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Un espacio para la difusión de la Teoría Revolucionaria Anarquista.

Ante una nueva conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores: ¡La mejor manera de recordar es luchando!

 ¡Por la Solidaridad de Clase de todos los Explotados!

En este 2007, y con la recién iniciada administración al frente del Estado mexicano de Felipe Calderón, la clase obrera, y en general toda la clase trabajadora del país, se ve gravemente amenazada de seguir siendo aún más vapuleada y  sometida a través de las políticas emprendidas por éste gobierno, que no es más que el agente político de los empresarios y banqueros nacionales e internacionales, que buscan seguir incrementando sus ganancias, siempre a cuestas del trabajo de nuestra clase, la clase proletaria.

La reforma a la ley federal de trabajo, que prácticamente eliminará todos los derechos del trabajador ante la empresa, así como la reforma fiscal, que impondrá el impuesto a alimentos y medicinas, son sólo ejemplos del panorama que está por afrontar la clase trabajadora, todo esto sumado a la militarización del país, que realmente tiene por finalidad preparar la represión ante las luchas que pueda emprender el pueblo pobre.  Este oscuro panorama que intenta imponernos la burguesía (patrones y gobernantes) sólo puede ser frenado a través de la autoorganización y movilización combativa del pueblo trabajador.  

Desafortunadamente, nuestra clase se encuentra aún desorganizada y paralizada ante estos ataques de la clase explotadora, salvo por ciertas luchas heroicas en ciertos puntos del país, pero que por su aislamiento, son impotentes de plantear una defensa única y organizada frente a la burguesía y el Estado que siempre le resguarda.

Además del aislamiento, las luchas se vuelven impotentes por el hecho de que erróneamente, gran parte de los trabajadores y la juventud  han puesto su confianza (y sus luchas de por medio) en un partido completamente adaptado a éste sistema de exclusión y explotación: El PRD, que en los lugares en que se encuentra en el poder, demuestra que no tiene ninguna diferencia fundamental con el PRI o el PAN.

Ante todo esto, siendo hoy la conmemoración de los 121 años de la muerte de los Mártires de Chicago, de aquella memorable batalla obrera que valientemente emprendió el proletariado estadounidense, la mejor lección que podemos sacar de aquella experiencia, es que sólo la Acción Directa Proletaria y la Independencia de Clase, es decir, la movilización callejera masiva, la huelga, el corte de rutas, etc., acompañado de la necesaria ruptura con todos los partidos capitalistas (PAN, PRI, PRD y demás) puede permitirnos defender nuestras conquistas y avanzar hasta vencer de una vez por todas a la clase dominante explotadora y sus sistema de desigualdad, el sistema capitalista.

Los trabajadores, y en general todo el pueblo empobrecido, necesitamos reaccionar urgentemente ante las amenazas que significan todas estas reformas anti-populares; necesitamos articular las luchas ya existentes y conformar un gran movimiento a lo largo del país que proyecte una defensa unificada, que se plantee la Huelga General para poner un freno a los explotadores. Pero para todo esto es necesario de igual modo que el proletariado comience a limpiar sus propias organizaciones gremiales, planteándoles una oposición contundente a los líderes sindicales, que están completamente comprometidos con que las cosas sigan igual. ¡Esta es la mejor manera de honrar la memoria de todos los combatientes de mayo de 1886! ¡Sólo así podemos recordar y homenajear dignamente a los Mártires de Chicago!

La lucha por la conquista de la jornada laboral de ocho horas, que nos fue legada hace 121 años, llevada adelante por proletarios de un sinnúmero de nacionalidades y una pluralidad extensa de razas de todo el mundo, nos enseña también que la organización del proletariado requiere sobrepasar las fronteras de todos los Estados del mundo para poder vencer. Necesitamos sentar nuevamente, en los hechos, y no sólo en el discurso, las bases de un genuino Internacionalismo Proletario. ¡Por la Organización Consciente del Proletariado en Clase Mundial!

¡Ni Estado, Ni Capital!

¡Socialismo y Libertad!

Alianza de los Comunistas Libertarios - Frente Anarquista Revolucionario.

Mayo 2007

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Escríbenos: solidaridadproletaria@gmail.com

El Principio de autoridad y las contradicciones del marxismo“antiestatista”


(Publicado originalmente en el número 1 de "Estrategia", revista de teoría y análisis anarquista de la Alianza de los Comunistas Libertarios).


Breve introducción.

En noviembre del 2004 publicamos en la Alianza de los Comunistas Libertarios (ACL) un volante titulado «El Anarquismo Revolucionario y los Partidos Políticos» [1] con motivo de una conferencia acerca de "la necesidad del partido obrero" impartida por un grupo leninista. En agosto del 2005 apareció un texto titulado «Contra todos los partidos, por la autoemancipación de la clase»[2] del Círculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques (CICA) que es una critica a nuestro volante sobre los partidos.

La crítica que nos lanza el CICA inicia de la siguiente forma:

"Ya decía Engels, en su controvertido -para los anarquistas- texto «Sobre la autoridad» de 1873, que no se resuelve nada con cambiar las cosas de nombre. Y esta misma crítica se verifica con creces en el caso de la ACL."

Basta con terminar de leer este primer párrafo y conocer la fuente citada, para darnos cuenta que el CICA hoy, al igual que Engels ayer, no entendieron un pizca de los postulados anarquistas revolucionarios; y que por ende, toda su critica esta basada en una incomprensión, honesta o deshonesta, de los principios anarquistas y nunca de los principios mismos.

En el siguiente trabajo, abordaremos, por cuestiones de espacio y tiempo, solo la cuestión de los fundamentos teóricos (en específico del principio de autoridad) que determinan nuestra praxis y no la cuestión practica-organizativa del partido (que será abordada a su debido tiempo). Clarificar nuestra visión materialista e histórica del principio de autoridad es el prefacio inmanente a nuestra respuesta sobre el partido, pues como veremos no existe una critica real hacia los principio anarquistas revolucionarios, sino a la incomprensión de los mismos.

I.- Definiendo Autoridad.

Resulta bastante contradictorio que la izquierda marxista que busca desesperadamente liberarse de su oscuro pasado autoritario, inicie un documento crítico a un grupo libertario con una cita de uno de los documentos más rancios, autoritarios y liquidados del marxismo, como lo es «Sobre la autoridad» de Engels.

Cabe aclarar que Engels escribió el -no controvertido, sino simplemente ridículo- texto titulado "sobre la autoridad" en 1873, fecha en la que los principios anarquistas revolucionarios se encontraban ya estructurados casi en su totalidad. Quien conozca el documento sabrá que en él, Engels trata de demostrar que el principio de autoridad es absoluto e imprescindible y que todo intento de eliminarlo no es otra cosa que tiempo perdido e incluso concluye, como veremos más adelante, que el principio de autoridad No siempre es "malo". Nosotros Anarquistas Revolucionarios por el contrario vemos que el principio de autoridad no es absoluto ni inherente al ser humano (este es solo producto de la lógica estatista/clasista) y estamos absolutamente convencidos que resulta totalmente nocivo y que por ende debe ser radicalmente combatido.

Engels desarrolló su texto como crítica a los antiautoritarios, pero de forma muy astuta llevó su debate en contra de "algunos socialistas" y no de manera directa contra los bakuninistas o contra Bakunin mismo ¿Por qué es importante mencionar esto? Porque como veremos a lo largo del texto, el llevar acabo el debate contra un adversario abstracto ("algunos socialistas") da la ventajosa oportunidad de tergiversar o simplemente ignorar, las posiciones teóricas que si se encontraban fundamentadas del adversario concreto, es decir, de los bakuninistas (colectivistas). En este trabajo despojaremos a Engels de dicha ventaja y lo confrontaremos directamente contra Bakunin, buscando de esta forma despejar las concepciones erróneas que se tienen sobre el principio de autoridad, tanto desde la trinchera autoritaria (marxistas clásicos, leninistas, trotskistas y compañía) como de la trinchera "antiautoritaria" y "antiestatista" del marxismo (el consejismo).

Veamos pues los argumentos de Engels en contra de los antiautoritarios.

"Algunos socialistas han emprendido últimamente una verdadera cruzada contra lo que ellos llaman principio de autoridad. Basta con que se les diga que este o el otro acto es autoritario para que lo condenen.(...) Autoridad, en el sentido de que se trata, quiere decir: imposición de la voluntad de otro a la nuestra; autoridad supone, por otra parte, subordinación. Ahora bien; por muy mal que suenen estas dos palabras y por muy desagradable que sea para la parte subordinada la relación que representan, la cuestión está en saber si hay medio de prescindir de ella, si -dadas las condiciones actuales de la sociedad- podemos crear otro régimen social en el que esta autoridad no tenga ya objeto y en el que, por consiguiente, deba desaparecer."
(Engels; Sobre la autoridad.)

¿Qué es la autoridad? Según la propia definición de Engels, la autoridad es la "imposición de la voluntad de otro sobre la nuestra", (o viceversa) Tomando esta definición, con la cual, dicho sea de paso, concordamos, concluimos que la autoridad es entendida siempre como un supuesto inherentemente humano. Por ende cuando hablamos de autoridad, hablamos únicamente de la imposición del hombre sobre el hombre.

La autoridad supone subordinación, sumisión. Y subordinación y sumisión suponen la necesidad de obedecer sin opinar, sin conocer el fin o sin estar de acuerdo con el mismo, so pena de recibir el castigo por romper la escala jerárquica. Es decir, la autoridad siempre necesita de la legitimación ya sea divina o jurídica.

He aquí a lo que nos referimos cuando hablamos del principio de autoridad: a la autoridad divina y su hermana menor la autoridad jurídico/estatista, siempre de arriba abajo - jerárquica - y del centro a la periferia; siempre absoluta y permanente.

Existe también lo que es conocido popularmente como "autoridad moral". Hay quienes equiparan esta llamada "autoridad moral" con la autoridad divina o jurídica. Nada más lejos de la realidad. La primera es producto de las leyes naturales inherentes al ser humano, pues este es un ser sociable, no por elección, sino por naturaleza y la vida social no es mas que la dependencia mutua individuos/masa. Por lo tanto la llamada "autoridad moral" no es "autoridad" en el sentido estricto de la palabra, pues esta no es impuesta por ningún medio coercitivo (ni siquiera de carácter psicológico) sino por la influencia natural de cada individuo. Todo individuo influye y es influenciado, negar la influencia del otro sobre nosotros o la nuestra sobre los otros, es negar nuestra existencia social y el ser humano, solo puede ser humano en sociedad, por ende, negar la influencia, generada o recibida, es negar la existencia humana misma. Mientras que la segunda y la tercera, como hemos visto arriba, son la imposición del hombre sobre el hombre a través de instituciones y estructuras artificiales que justifican la opresión y sumisión.

II.- Autoridad, disciplina y tecnología.

Justo después de la definición de autoridad, Engels presenta tres ejemplos donde intenta demostrar que autoridad y sumisión son inseparables, según él, de toda organización social, como concluye casi al final de su texto. Analicemos, pues, estos ejemplos.

"quien dice acción coordinada dice organización. Ahora bien, ¿cabe organización sin autoridad?. (...) Tomemos, a modo de ejemplo, una fábrica de hilados de algodón. El algodón, antes de convertirse en hilo, tiene que pasar, por lo menos, por seis operaciones sucesivas; operaciones que se ejecutan, en su mayor parte, en diferentes naves. Además, para mantener las máquinas en movimiento, se necesita un ingeniero que vigile la máquina de vapor, mecánicos para las reparaciones diarias y, además, muchos peones destinados a transportar los productos de un lugar a otro, etc. Todos estos obreros, hombres, mujeres y niños están obligados a empezar y terminar su trabajo a la hora señalada por la autoridad del vapor, que se burla de la autonomía individual. Lo primero que hace falta es, pues, que los obreros se pongan de acuerdo sobre las horas de trabajo; a estas horas, una vez fijadas, quedan sometidos todos sin ninguna excepción. Después, en cada lugar y a cada instante surgen cuestiones de detalle sobre el modo de producción, sobre la distribución de los materiales, etc., cuestiones que tienen que ser resueltas al instante, so pena de que se detenga inmediatamente toda la producción. Bien se resuelvan por la decisión de un delegado puesto al frente de cada rama de producción o bien por el voto de la mayoría, si ello fuese posible, la voluntad de alguien tendrá siempre que subordinarse; es decir, que las cuestiones serán resueltas autoritariamente." (Engels; Ibíd.)

De este primer ejemplo encontramos dos aspectos a resaltar. El primero de ellos es la astucia del autor de marcar entre líneas la "inherente", para él, división del trabajo entre "ingenieros, mecánicos y peones". Esta insinuación que pareciera superficial, no lo es, pues aquí es donde se palpa notoriamente la alienación burguesa del autor que le impide romper con la noción dirigentes/dirigidos con la que inunda todo su texto. La división que marca Engels presupone la subordinación en la línea jerárquica de producción capitalista. Si bien es cierto que la división del trabajo quizás se mantendrá durante los primero años después de la revolución -pues el conocimiento teórico/práctico del funcionamiento de la maquinaria solo lo poseerán los pocos que hayan logrado concretar ciertos estudios- esta división perderá, tan pronto como la revolución social triunfe, todo su carácter jerárquico, pues el ingeniero y el mecánico dejaran de ser empleados de confianza y pasaran a la sana igualdad con los peones, así mismo el ingeniero perderá su privilegio de dedicarse solo al trabajo intelectual y perderá junto con el mecánico su salario mayor remunerado que los colocaba dentro de la lógica burguesa, por encima del peón.

El segundo aspecto a resaltar es una de las primeras pruebas de la incomprensión de Engels de los postulados anarquistas (e incluso de su misma definición). Engels habla de la "autoridad del vapor", es decir, de la autoridad de una cosa inerte, sin conciencia y obviamente sin voluntad sobre el hombre. Pero como hemos visto arriba, autoridad significa la imposición de la voluntad de otro sobre la nuestra. Al carecer la maquina de voluntad y más aun, de vida, resulta imposible que esta pueda imponer algo a alguien.

Pero situémonos en el supuesto de Engels ¿Acaso las maquinas oprimen autoritariamente a los hombres? Según Engels, la respuesta es afirmativa y va mas allá, según él "El mecanismo automático de una gran fábrica es mucho más tiránico que lo han sido nunca los pequeños capitalistas que emplean obreros. En la puerta de estas fábricas, podría escribirse, al menos en cuanto a las horas de trabajo se refiere: <>" Es decir, para Engels el avance tecnológico significa la subordinación del hombre a la maquina, la perdida de toda autonomía, cuando menos en cuanto a las hora de trabajo. Según Engels, el hombre posee dos opciones, renunciar a su libertad y subordinarse a la maquina o regresar la rueda del tiempo. "Si el hombre, con la ciencia y el genio inventivo, somete a las fuerzas de la naturaleza, éstas se vengan de él sometiéndolo, mientras las emplea, a un verdadero despotismo, independientemente de toda organización social. Querer abolir la autoridad en la gran industria, es querer abolir la industria misma, es querer destruir las fábricas de hilados a vapor para volver a la rueca." ¿Es esto cierto? ¡Jamás!

Cada avance tecnológico representa un paso mas para el confort humano. El que no podamos gozar ahora de ellos o el que estos sean usados, por algunos pocos privilegiados, en nuestra contra, no es sinónimo de la imposición de los avances tecnológicos contra el ser humano, sino que es una prueba más de la necesidad imperiosa de acabar con la propiedad privada de los medios de producción que permiten dicha condición. En otras palabras no es la tecnología la que domina ni la que se impone a una parte de la humanidad, sino es la clase que detenta la tecnología la que se impone y domina a una parte de la humanidad. En el ejemplo concreto de Engels, No es la "autoridad del vapor" la que impone a los obreros los horarios de producción, sino que es la autoridad del patrón la que impone dichos horarios.

Probar esto resulta sencillo. En la sociedad capitalista el obrero que es contratado se ve obligado a firmar un contrato de trabajo en el cual se estipulan sus horarios de trabajo. Pero en la sociedad socialista donde los medios de producción ya no se encontraran en las manos de una sola persona, los obreros no se verán obligados a obedecer los caprichos organizativos de una persona, sino que ellos mismos decidirán el rumbo y la organización de la empresa. Es decir, la autoridad de una persona se remplaza por la coordinación colectiva. ¿Existe en la coordinación colectiva alguna imposición de la voluntad de algunos sobre otros, en otras palabras, existe el principio de autoridad en la coordinación colectiva? NO. Lo que existe es una disciplina libremente aceptada y compartida, esa si, indispensable en toda organización social. Esto lo comprendían a la perfección los antiautoritarios bakuninistas.

"Siendo hostil, como soy, a todo cuanto se denomina disciplina en Francia, admito a pesar de ello que un cierto tipo de disciplina, una disciplina no automática, sino voluntaria y consiente, perfectamente acorde con la libertad de los individuos, es y será siempre necesaria en donde un gran número de ellos, libremente unidos, emprendan cualquier tipo de trabajo o acción colectiva. Bajo tales condiciones, la disciplina es simplemente la coordinación voluntaria y consiente de todos los esfuerzos individuales hacia una meta común." (M. Bakunin; El imperio Knuto-germánico y la revolución social.)

Esta disciplina es simplemente la expresión de la libre coordinación colectiva, donde nadie se impone sobre los demás, sino que representa el cumplimiento de la voluntad de todos; Esto es lo que los bakuninistas llamaban "disciplina humana".

Vemos aquí dos razonamientos diferentes para un mismo caso, el primero nos habla de la autoridad del vapor que se burla de la autonomía individual, contra el cual no hay nada que hacer, mas que someterse voluntariamente o regresar la rueda del tiempo hacia atrás y el segundo nos habla de la coordinación colectiva por medio de la disciplina humana, voluntaria y consiente, perfectamente acorde con la libertad individual ¿Quién tiene la razón? Si como vemos en el ejemplo, el colectivo decide en su conjunto las horas de inicio y fin de la producción ¿Quién ha sido sometido? Nadie, pues esto es solo el resultado de la coordinación voluntaria y consiente de la libre asociación de los individuos hacia un fin común. Al no existir una subordinación impuesta, de un hombre hacia otro hombre, no existe autoridad. Mucho menos por parte de la maquina, que es prendida y apagada a placer del colectivo.

III.- El Orden y la Anarquía.

Veamos el segundo ejemplo que presenta Engels:

"Tomemos, para poner otro ejemplo, un ferrocarril. También aquí es absolutamente necesaria la cooperación de una infinidad de individuos, cooperación que debe tener lugar a horas muy precisas, para que no se produzcan desastres. También aquí, la primera condición para que la empresa marche es una voluntad dominante que zanje todas las cuestiones secundarias. Esta voluntad puede estar representada por un solo delegado o por un comité encargado de ejecutar los acuerdos de una mayoría de interesados. Tanto en uno como en otro caso existe autoridad bien pronunciada. Más aún: ¿qué pasaría con el primer tren que arrancara, si se aboliese la autoridad de los empleados del ferrocarril sobre los señores viajeros?" (Engels; Ibíd.)

Este ejemplo es el colmo. Engels concibe, cuando oye hablar de "ausencia de autoridad", lo que cualquier alienado a la lógica burguesa concibe, es decir, el "caos". Las personas totalmente alienadas son incapaces de abandonar toda lógica estatista/burguesa que relaciona autoridad con orden (y no con subordinación y sometimiento) y que cuando oyen hablar de Anarquismo suelen preguntar ¿Y que harán sin autoridad? ¡Se mataran unos a otros! ¡Nadie respetaría las luces del semáforo! ¡Seria el caos! ¡La perdición! Gritan los subordinados por tradición. Solo con ellos es comparable Engels cuando pregunta "¿Qué pasaría con el primer tren que arrancara, si se aboliese la autoridad de los empleados del ferrocarril sobre los señores viajeros?"

Engels en particular y el marxismo en general, fueron incapaces de desprenderse de la ideología burguesa por una simple razón, el marxismo como teoría revolucionaria fue incapaz de superar la tradición jacobina de la revolución y esto, a su vez, lo traslado a no realizar su análisis -proletario- sobre el Estado a fondo.

Al no comprender el origen del Estado, más que desde la visión economicista, el marxismo no pudo desechar de si la concepción estatista de la humanidad, que es precisamente la negación de la misma. En el caso particular del ejemplo que analizamos ahora, es evidente que Engels cae en la visión teológico/estatista del "hombre malo por naturaleza" que necesita siempre de una autoridad coercitiva que lo mantenga por el buen camino. He aquí la relación de Estado con orden y de Anarquía (es decir, de ausencia de gobierno, de ausencia de Estado) con caos.

"Todo Estado, como toda teología, suponen que el hombre es esencialmente perverso y malo (...) Insultan, maltratan, roban, asesinan y se devoran entre si, cada uno según su inteligencia, su astucia y sus fuerzas materiales, como ahora hacen los Estados. En consecuencia la libertad humana, no produce el bien, sino el mal, pues el hombre es malo por naturaleza. (...) En consecuencia, el Estado, comienza, como la Iglesia , con la suposición de que todos los seres humanos son malos y de que, abandonados a su libertad natural, se matarían entre si y ofrecerían el espectáculo de la mas pavorosa anarquía, donde los mas fuertes matarían o explotarían a los mas débiles. (...) el Estado enuncia el siguiente criterio: con el fin de establecer el orden publico, es necesario poseer una autoridad superior; a fin de guiar a los hombres y reprimir sus pasiones malignas, es necesario tener un jefe, e imponer también un yugo sobre las personas."
M. Bakunin, Federalismo, Socialismo y Antiteológismo.

El temor de Engels, al caos de los pasajeros de un tren sin "autoridad de los empleados" es consecuencia única de la subjetividad teológico/estatista/burguesa de la cual ni él, ni Marx, pudieron desprenderse nunca. Esta misma subjetividad es la que les impide negar el poder político, como veremos mas adelante.

En este mismo ejemplo, hay otro punto importante, que es la necesidad de los delegados y su "autoridad" sobre el resto, pero este tema lo abordaremos en el siguiente punto, pues se repite en el siguiente ejemplo de Engels.

IV.- Escalafón jerárquico vs Delegación rotativa.

Analicemos, ahora, el tercer ejemplo del Sr. Engels:

"Pero, donde más salta a la vista la necesidad de la autoridad, y de una autoridad imperiosa, es en un barco en alta mar. Allí, en el momento de peligro, la vida de cada uno depende de la obediencia instantánea y absoluta de todos a la voluntad de uno solo. Cuando he puesto parecidos argumentos a los más furiosos antiautoritarios, no han sabido responderme más que esto: «¡Ah! eso es verdad, pero aquí no se trata de que nosotros demos al delegado una autoridad, sino ¡de un encargo!» Estos señores creen cambiar la cosa con cambiarle el nombre. He aquí cómo se burlan del mundo estos profundos pensadores." (Engels; Ibíd.)

Lo que sucede aquí es que el autor jamás pudo comprender la diferencia entre un delegado y un escalafón de mando jerárquico, es decir, autoritario. Incomprensión que por cierto han heredado nuestros críticos. Mientras Engels seguía en la lógica estatista/burguesa del mandar y el obedecer, los bakuninistas ya la habían superado y hablaban de rotatividad, revocabilidad, asamblearismo y federalismo, es decir, todo lo opuesto a la lógica estatista/burguesa del centralismo y el permanentismo de la estructura jerárquica/autoritaria. De esta forma lo expresaban los bakuninistas.

"En el momento de la acción, en el seno de una lucha, los papeles se distribuyen espontáneamente de acuerdo con las actitudes de cada uno, evaluadas y enjuiciadas por el conjunto; algunos dirigen y mandan, mientras otros ejecutan las ordenes. Pero no hay funciones fijas ni petrificadas, nada se vincula irrevocablemente a una persona. No existe el orden y el escalafón jerárquico, por lo cual el dirigente de ayer puede transformarse en el subordinado de hoy. Nadie se eleva sobre los demás, y si así sucede durante algún tiempo es solo para volver después a su antigua posición, como retornan siempre las olas del mar al saludable nivel de la igualdad." (M. Bakunin; El imperio Knuto-germánico y la revolución social.)

¿Existe realmente una diferencia entre lo que proponemos (delegados con mandato imperativo y sin funciones fijas) y la organización autoritaria (jerárquica) actual? Si. Existe una diferencia cualitativa que se encuentra en no dotar a nadie de ningún poder oficial que lo coloque por encima de los demás, rompiendo de esta forma toda lógica estatista/burguesa del escalafón jerárquico.

"En dicho sistema el poder, hablando con propiedad, ya no existe. El poder se difunde colectivamente y se transforma en expresión sincera de la libertad de cada uno en el fiel y serio cumplimiento de la voluntad de todos; cada uno obedece por que quien manda ese día solo dicta lo que el mismo -es decir, cualquier individuo- desea. Esta es la única verdadera disciplina humana, la disciplina necesaria para la organización de la libertad. Los estatistas republicanos no predican este tipo de disciplina. Quieren la vieja disciplina francesa, automática, rutinaria y ciega. Quieren un jefe, no una persona libremente elegida para un solo día, sino alguien impuesto por el Estado durante largo tiempo, si no para siempre; este director manda, los demás obedecen." (M. Bakunin; Ibíd.)

Mientras el delegado con mandato imperativo solo es un mero mensajero, el jefe posee la total libertad de toma de decisión sin siquiera consultar a los demás. Mientras el delegado cumple una función especifica, el jefe es el mando máximo por algunos años, si no es que por tiempo indefinido. Mientras el delegado cumple su función a la par de sus obligaciones sociales, el jefe es un profesional del mando. Mientras el delegado obedece el mandato de la base, el jefe obliga a la base, por cualquier medio coercitivo, a cumplir sus órdenes. En pocas palabras mientras el delegado va de abajo hacia arriba, mientras el jefe va de arriba hacia abajo. ¿Es esto un mero cambio de nombre?

Lo que podemos ver en los tres ejemplos del Sr. Engels, es que su alienación a la ideología burguesa se sobrepuso al análisis materialista del Estado, generando así la idea netamente burguesa de la conquista del poder político, que al trasladarla fuera del Estado, es decir, al llevarla a la organización social, genera la idea netamente estatista del principio de autoridad. En pocas palabras el marxismo se mantuvo en el estrecho y caduco camino de la revolución burguesa/estatista, en vez de superarla.

V.- El principio de autoridad: ¿inevitable?

Veamos ahora, las conclusiones de Engels:

"Hemos visto, pues, que, de una parte, cierta autoridad, delegada como sea, y de otra, cierta subordinación, son cosas que, independientemente de toda organización social, se nos imponen con las condiciones materiales en las que producimos y hacemos circular los productos."
Engels; Ibíd.

Aquí Engels concluye que la subordinación y la autoridad son cosas que se nos imponen en cualquier organización social. Hemos visto que esta visión particular de Engels y de los marxistas en general, es producto de la visualización de la sociedad futura dentro del marco estatista/burgués del dirigente/dirigido inevitable e indispensable, según ellos, en toda organización social. Hemos visto también que los anarquistas estamos convencidos y confiamos, pues el paso de la historia nos lo ha comprobado, que el proletariado, en el sentido mas amplio de la palabra, revolucionario, es capaz de destruir al Estado/Capital y fundar sobre sus ruinas un nuevo orden social sin explotadores ni explotados; sin dirigentes ni dirigidos. Algo que ciertamente no pasa por "cambiar de nombre las cosas" sino que implica un cambio radical de la estructura y la superestructura social.

"Es, pues, absurdo hablar del principio de autoridad como de un principio absolutamente malo y del principio de autonomía como de un principio absolutamente bueno."
Engels; Ibíd.

La incapacidad de desterrar esta lógica estatista/burguesa es la que precisamente lleva a Engels a considerar al principio de autoridad como algo bueno en algunos casos; misma lógica que llevo al marxismo a formular la tesis errónea de que el primer paso del proletariado es la conquista del poder político. Trasladando así las formas jacobino/blanquistas al proletariado, en vez de potencializar y clarificar los instintos del mismo.

"¿Por qué los antiautoritarios no se limitan a clamar contra la autoridad política, contra el Estado?"
Engels; Ibíd..

He aquí, una gran prueba de la ventaja de debatir en contra de un adversario abstracto, pues si hubiera dirigido su debate contra un adversario concreto (los colectivistas) hubiera encontrado como respuesta lo siguiente:

"¿Se desprende de esto que rechazo toda autoridad? Lejos de mí ese pensamiento. Cuando se trata de zapatos, prefiero la autoridad del zapatero; si se trata de una casa, de un canal o de un ferrocarril, consulto la del arquitecto o del ingeniero. Para esta o la otra, ciencia especial me dirijo a tal o cual sabio. Pero no dejo que se impongan a mí ni el zapatero, ni el arquitecto ni el sabio. Les escucho libremente y con todo el respeto que merecen su inteligencia, su carácter, su saber, pero me reservo mi derecho incontestable de crítica y de control. No me contento con consultar una sola autoridad especialista, consulto varias; comparo sus opiniones, y elijo la que me parece más justa. Pero no reconozco autoridad infalible, ni aun en cuestiones especiales; por consiguiente, no obstante el respeto que pueda tener hacia la honestidad y la sinceridad de tal o cual individuo, no tengo fe absoluta en nadie. Una fe semejante sería fatal a mi razón, la libertad y al éxito mismo de mis empresas; me transformaría inmediatamente en un esclavo estúpido y en un instrumento de la voluntad y de los intereses ajenos. Si me inclino ante la autoridad de los especialistas si me declaro dispuesto a seguir, en una cierta medida durante todo el tiempo que me parezca necesario sus indicaciones y aun su dirección, es porque esa autoridad no me es impuesta por nadie, ni por los hombres ni por Dios. De otro modo la rechazaría con honor y enviaría al diablo sus consejos, su dirección y su ciencia, seguro de que me harían pagar con la pérdida de mi libertad y de mi dignidad los fragmentos de verdad humana, envueltos en muchas mentiras, que podrían darme.

Me inclino ante la autoridad de los hombres especiales porque me es impuesta por la propia razón. Tengo conciencia de no poder abarcar en todos sus detalles y en sus desenvolvimientos positivos más que una pequeña parte de la ciencia humana. La más grande inteligencia no podría abarcar el todo. De donde resulta para la ciencia tanto como para la industria, la necesidad de la división y de la asociación del trabajo. Yo recibo y doy, tal es la vida humana. Cada uno es autoridad dirigente y cada uno es dirigido a su vez. Por tanto no hay autoridad fija y constante, sino un cambio continuo de autoridad y de subordinación mutuas, pasajeras y sobre todo voluntarias.

Esa misma razón me impide, pues, reconocer una autoridad fija, constante y universal, porque no hay hombre universal, hombre que sea capaz de abarcar con esa riqueza de detalles (sin la cual la aplicación de la ciencia a la vida no es posible), todas las ciencias, todas las ramas de la vida social." (M. Bakunin; Dios y el estado.)

Una vez que hemos demostrado que los colectivistas, socialistas revolucionarios o anarquistas, no clamaban contra "toda autoridad" una aclaración salta a la vista. Nosotros vemos que el principio de autoridad es a la sociedad lo que el poder político al Estado. Es por esto que clamamos no solo contra la autoridad del Estado, sino contra toda autoridad oficial, oficiosa y social; contraponiendo a esto la influencia natural y la disciplina, no la automática y ciega, sino la humana, es decir, la conciente y voluntaria, que solo puede ser la expresión de la coordinación libre del colectivo.

VI.- En Conclusión.

Parafraseando el final del texto de Engels podemos concluir: Así pues, una de dos: o los marxistas no saben lo que dicen, y en este caso no hacen mas que sembrar la confusión; o lo saben, y en este caso traicionan el movimiento del proletariado. En uno y otro caso, sirven a la reacción.

Lo que nos parece mas desconcertante es que la izquierda marxista de hoy, que se autoproclama libertaria y que trae de allá para acá los términos "autonomía" "auto-actividad" "anti-jerarquías" , etc., utilice como parte de su documentación teórica un texto que considera la relación dirigentes/dirigidos como algo inherente a la organización social "sea cual sea" y que considera al principio de autoridad como bueno en algunos casos. Contradicción fatal, que sin duda, se tendrán que explicar ellos mismos, pues, o no leyeron el texto o no son tan libertarios como se empeñan en hacérnoslo creer.


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[1] El volante puede ser leído en la siguiente pagina web: http://www.geocities.com/juventuda/partidos.htm
[2] El documento puede ser leído en la siguiente pagina web: http://www.geocities.com/cica_alt/cica/criticaACL.htm

Anarquismo y Marxismo. Análisis sobre las incompatibilidades teóricas y prácticas entre Bakunin y Marx.

(El siguiente artículo pertenece al número 1 de "Estrategia", revista de teoría y análisis anarquista de la Alianza de los Comunistas Libertarios)

 

La Revolución francesa de 1789, puso el poder del Estado en manos de la clase burguesa, después de que ésta clase se apoyara en el campesinado y en el escaso proletariado industrial que se había desarrollado hasta entonces, para derrocar al régimen monárquico que le era un obstáculo para su propio desarrollo. Pero tras esa Revolución particularmente política, hubo una cierta “restauración” monárquica en la misma Francia, centro del liberalismo europeo, lo que dio pie a un fortalecimiento de la resistencia de las fuerzas monárquicas retrogradas para aferrarse al poder de las distintas naciones europeas. Esto no quiere decir en absoluto que el régimen feudal hubiese regresado, sino que, a pesar de la dominación económica del capitalismo, la burguesía no estaba administrando directamente al Estado a través de una forma republicana, sino que éste protegía al capitalismo a través de regímenes tales como la monarquía constitucional o de dictaduras imperiales como las de los Napoleón.

Dentro de todo este contexto político fue que nació el movimiento obrero en Europa. Fue durante todo este periodo que se fue gestando poco a poco lo que posteriormente vendría a ser la Asociación Internacional de los Trabajadores, fundada en 1864.

Dentro de la Internacional existía una libertad de tendencias políticas y filosóficas, puesto que era la solidaridad económica del proletariado contra la explotación burguesa lo que marcaba la única condición indispensable para adherirse a ésta organización. Al existir esa sana libertad de corrientes políticas dentro de la Internacional, se configuraron tres grandes corrientes, dos de carácter claramente socialista, como lo eran el marxismo y el anarquismo (mejor conocido en aquella época como socialismo revolucionario o colectivismo) y una que puede ser mas bien catalogada como corriente de carácter pequeño-burgués, nos referimos al mutualismo inspirado principalmente en los postulados de Proudhon.

En el seno de la Internacional se desarrolló una fuerte disputa entre las distintas líneas políticas que se mencionan en el párrafo anterior, pero hubo específicamente una disputa que resaltó sobre las demás, y que trastoco a todo el movimiento revolucionario de Europa en aquellos tiempos, y que a mas de 140 años de la fundación de aquella organización sigue generando debate; nos referimos a las diferencias entre el comunismo marxista y el colectivismo bakuninista.

Tal confrontación programática estaba centrada sobre todo en las distintas apreciaciones existentes entre ambas corrientes políticas sobre la vía de destrucción de las relaciones sociales capitalistas. Creemos que es sumamente importante que el lector tome muy en cuenta éste punto, ya que ha sido algo característico de los pseudo debates de las corrientes leninistas contra el anarquismo, el esforzarse por desterrar a la corriente libertaria de sus evidentes raíces y orígenes obreros. Durante el siglo XX, cualquier cantidad de textos en contra del anarquismo fueron elaborados por organizaciones marxistas, que empleaban como principal recurso, no la argumentación seria de las ideas, sino la vulgar tergiversación de la historia, para tratar de convencer a los lectores de que el anarquismo no tenia absolutamente nada que ver con el movimiento obrero, que aquel no era un ideario para la lucha por el Socialismo, como lo comprueba su teoría y practica histórica, sino un supuesto movimiento de “origen puramente pequeño-burgués”, que aspiraba a la constitución de una sociedad basada en la pequeña propiedad privada.

Todo aquel que tenga un mínimo de conocimiento de la teoría anarquista, de la historia del movimiento obrero y de la relación del anarquismo con él, fácilmente reconocerá el carácter evidentemente falso de las afirmaciones vertidas en esos pobres debates.

Mas bien, como se dice líneas arriba, la confrontación histórica del marxismo y el anarquismo, no está basado en un supuesto “Programa Proletario Marxista vs. Programa Pequeño-Burgués Anarquista”, como con toda la intención de engañar ha dicho el leninismo y sus vertientes (estalinismo, maoísmo, trotskismo, etc), sino en las formas que tienen que asumir las luchas de los explotados para combatir de manera efectiva a la burguesía y su Estado.

Como ya hemos dicho, la disputa política entre ambas corrientes se basaba en una interpretación muy distinta sobre la organización y vía que debían de tomar las masas explotadas para alcanzar su definitiva emancipación, y no en el objetivo final que nos hemos planteado, como perfectamente puede verificarse en los documentos históricos de ambas corrientes.

Para entender un poco mas tanto las concordancias como las discordancias entre ambos programas, se vuelve indispensable estudiar un poco la evidente diferenciación que hace Bakunin sobre el pensamiento de Marx. Para Bakunin, Marx es un estudioso muy serio, y un genio profundamente conocedor de las leyes económicas. Esto lo reconoce Bakunin en repetidas ocasiones, dejando perfectamente claro que ni las mas abismales discrepancias políticas y personales con el alemán, pueden hacerle desconocer el mérito que ha tenido éste en desenmascarar el verdadero carácter explotador del sistema burgués. De hecho es Bakunin quien hace la primera traducción al ruso del Manifiesto comunista, y quien después también se da a la tarea de escribir el breve panfleto titulado “El Sistema Capitalista”, que dice elaborar para hacer mas accesibles a los proletarios las lecciones de “El Capital” de Marx, escrito en un lenguaje comprensible solo para los intelectuales y conocedores de economía.

Hasta aquí podemos hablar del Marx con el que concuerda Bakunin, el Marx que va hasta el fondo del análisis de la sociedad mercantil capitalista, ese Marx que es en parte el que convence a Bakunin de la noción de la revolución socialista de los trabajadores, como el mismo ruso le confiesa al alemán en una carta fechada el 22 de diciembre de 1868: “... ahora comprendo mejor que nunca que tenías razón al seguir la ruta de la revolución económica, al invitarnos a todos a seguir el mismo camino, y al denigrar a aquellos de nosotros que se perdían por las sendas de las empresas nacionalistas o exclusivamente políticas. Estoy haciendo ahora lo que tú empezaste a hacer hace más de veinte años. Desde la despedida pública y solemne que he dirigido a los burgueses del Congreso de Berna, no conozco otra sociedad, otro ambiente que el mundo de los trabajadores. Ahora mi patria es la Internacional, de la que tu eres uno de los principales fundadores. Ya ves, querido amigo, que soy tu discípulo y que estoy orgulloso de serlo. “

Pero por el otro lado, estaba el Marx político, el Marx que no solo hacia una critica seria y admirable del capitalismo, sino que además tenia su concepción particular de cómo habría que terminar con tales relaciones de producción, y es precisamente éste Marx al que Bakunin, y toda el ala libertaria de esos tiempos se oponen tan radicalmente, marcándose así la separación histórica de ambas corrientes socialistas.

El Manifiesto Comunista de 1848, obra central del pensamiento marxista, es quizás el mejor de los ejemplos de esta contradicción entre los postulados de carácter negativo y positivo, que representan tanto Marx como Engels. Mientras que por una parte el Manifiesto comunista puede ser considerada como la primera declaración de guerra a la civilización burguesa desde una óptica materialista de la historia, puesto que nos dice claramente lo que está realmente detrás de las relaciones entre patrones y trabajadores, es también preciso señalar que en sus consideraciones positivas (constructivas), los planteamientos del manifiesto no son de carácter estrictamente revolucionarios, sino socialdemócratas, reformistas.

Aunque no hay duda que para el tiempo en que fue publicado el manifiesto, las ideas ahí vertidas eran sumamente radicales, también es indispensable declarar abiertamente que el manifiesto nos revela que Marx y Engels no pudieron desentender su propuesta de la de los jacobinos en la Revolución burguesa. El manifiesto comunista concibe el proceso de transformación revolucionaria de la sociedad a través de una revolución meramente política, en la que una vez que los representantes de la clase obrera conquistaran el control del Estado, estos se encargarían de ir tomando medidas que posibilitaran el paso del capitalismo al socialismo, todo esto, además, de manera gradual, conforme las medidas adoptadas por el gobierno de los obreros, fuesen imposibilitando a los burgueses el sostener sus empresas, las cuales irían a pasar a manos del Estado. Así explican los autores del manifiesto comunista, en esa misma obra, el proceso que señalamos:

“El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las fuerzas productivas.”

Marx y Engels esperaban que a través de una serie de decretos que impusieran un incremento general tanto de los salarios, como de los impuestos a los propietarios, así como de la nacionalización directa de ciertas áreas de la economía, podría irse gestando la trasformación social.

Esto nos lleva a otro dato significativo; que esa etapa que el marxismo caracteriza como la “dictadura del proletariado”, o lo que vendría a ser el “proletariado organizado como clase dominante”, ni siquiera es una fase donde el proletariado se haya apoderado de manera autónoma, a través de su propia actividad revolucionaria, de los medios de producción, y en la que haya instaurado su control autogestivo sobre la sociedad, defendiéndose además de la agresión contrarrevolucionaria burguesa, sino una etapa en la cual la burguesía sigue existiendo como clase, manejando sus negocios y explotando el trabajo obrero, con la diferencia de que el partido de los obreros se ha apoderado del control del Estado, el cual utilizará, se dice, para llevar a cabo las medidas de las que ya se habló en los párrafos anteriores, en función de suprimir a la clase capitalista.

Nótese que hemos hablado en un párrafo que éste método es reformista, pero a su vez hemos dicho que éste programa expone la perspectiva de una revolución política. Quizá pueda parecer esto contradictorio, por eso es preciso clarificar que es exactamente a lo que nos referimos. Una revolución política es aquella en la que los representantes, o supuestos representantes de una clase (o hasta de una fracción de la clase dominante), desplaza del poder político estatal a la clase que lo tiene bajo su control, ya sea a través de una transición pacifica o violenta. Esta fue la forma que asumió la Revolución francesa de 1789, que llevó a cabo la burguesía para apoderarse del Estado, y utilizarlo para generar los cambios necesarios que le permitieran su dominio, y esta es la misma formula postulada por Marx y Engels en el manifiesto comunista, cuando nos dicen que la condición indispensable para la emancipación del proletariado es que éste se apodere primeramente del poder político del Estado.

Los Anarquistas creemos que no es posible aplicar la misma formula jacobina a la revolución de los trabajadores, ya que existe una diferencia cualitativa fundamental entre una revolución que tiende a apoderarse del Estado, sin la menor intención de acabar con él, y más bien, perfeccionarlo para garantizar un dominio permanente sobre las demás clases, y una revolución del proletariado, que por sus mismas implicaciones materiales solo puede tender a la abolición de todas las clases. Una de las más grandes diferencias que tiene el Bakuninismo con el Marxismo, es precisamente la negación del primero a desarrollar una revolución exclusivamente política, la cual, trasladada al campo del proletariado, no puede sino generar un resultado reformista, es decir, con el mantenimiento de las relaciones basadas en la explotación de la mayoría por una minoría.

Un detenido estudio del manifiesto nos revela el carácter desviacionista de la formula marxista, una desviación que podemos identificar como “superestructuralista”. ¿Qué quiere decir esto de “desviación superestructuralista”? Este punto es más interesante de lo que puede parecer, pues es uno de los ejes fundamentales entre la divergencia marxista-bakuninista, y esto por lo siguiente.

Ya anteriormente a Marx, se había llegado a una cierta comprensión de que el verdadero mal de la sociedad provenía primeramente del factor económico, siendo sin duda uno de los estudios mas serios sobre esta materia el desarrollado por Proudhon, en su trabajo “¿Qué es la propiedad?”, donde el revolucionario francés afirma una indiscutible verdad, sobre la que se asienta todo el pensamiento socialista. Proudhon señaló que la propiedad privada es la primera piedra sobre la que se levanta el edificio de la desigualdad y la injusticia. Mas allá de que Proudhon terminara proyectando una sociedad que no rompía con la propiedad, sino que únicamente se presentaba reducida extremadamente, no cabe duda de que el estudio ya mencionado influyó mucho sobre Bakunin y el mismo Marx, quien pese a la influencia que pudo haber recibido de Proudhon, se lanzó en una fuerte crítica sobre éste, ya que el francés nunca logró deslindarse de sus abstracciones metafísicas.

Marx, tomando como base el planteamiento de Proudhon, también llega a la conclusión de que la tarea del proletariado es transformar las formas de producción , es decir, atacar el problema económico, el problema de la propiedad.

En economía política, lo referente a la cuestión meramente económica se le conoce con el termino de “estructura”, la cual a su vez da base, tanto a las formas objetivas y orgánicas que adquiere el Estado, como a las manifestaciones subjetivas (ideas) dominantes en dicha sociedad. Sin embargo, la vía supuestamente revolucionaria expuesta por Marx, invitaba al proletariado, no a deshacerse de la “estructura económica”, tomando para sí los medios de producción y poniéndolos bajo su propio control, sino a apoderarse previamente de la “superestructura” burguesa, o sea, del Estado, y desde arriba, paulatinamente, ir transformando la estructura económica.

El marxismo, entonces, deja en un segundo plano el problema en que se fundamentan todas las iniquidades sociales, para dirigir sus esfuerzos, primeramente, a la conquista del poder político, el cual puede conquistarse ya sea a través de una insurrección obrera que ponga el poder político en manos de los jefes revolucionarios, o mediante una transición pacifica, en la que por medio del sufragio universal, el partido de los obreros consiguiese la hegemonía necesaria para imponer medidas que, ahora sí, le permitieran atacar la “estructura” de la sociedad.

He aquí todo el método del jacobinismo burgués trasladado al campo del proletariado, he aquí una vía que sirve para constituir y garantizar el poder de una clase que pretende imponerse y dominar a otras clases, trasladado a una revolución que pretende, muy por el contrario, barrer con todas las bases (estructurales y superestructurales), que permiten la existencia misma de las clases.

El planteamiento de Bakunin, en contraposición al de Marx, es el de una revolución económica y política a la vez; política no en su sentido positivo, es decir, de afirmación del Estado, sino completamente negativo, o sea, en la total destrucción del Estado, instrumento sobre el que se apoya la dominación burguesa, que una vez destruido, despoja a esa clase de la base real de su existencia, que se sustenta en la legitimación jurídica de la propiedad por parte del Estado. Estos dos puntos son de carácter trascendental para el entendimiento preciso del Bakuninismo, nos referimos, claro está, al carácter de revolución económica y revolución política.

Bakunin sitúa a las masas trabajadoras en el papel de protagonistas principales en el proceso de transformación revolucionaria de la forma de propiedad burguesa (privada) a la forma de propiedad socialista (colectiva), puesto que son las mismas masas las que habrán de apoderarse de las fabricas, maquinas, herramientas, tierras y demás medios de producción, y reorganizarán la sociedad de manera que pueda accederse a los medios de vida mas igualitarios posibles, (constitución de la clase trabajadora en Asociación Internacional de Trabajadores Libres, como solía llamarle Bakunin) sin tener que esperar su “redención” de las manos de alguna minoría intelectual constituida en gobierno, todo esto aunado a un sistema “político” que elimine por completo la dominación de unos sobre otros.

Estamos aquí ante una seria diferencia entre Marx y Bakunin, mientras el primero promueve la acción organizada de la intelectualidad proletarizada para emancipar a los explotados, el segundo defiende la acción autónoma del proletariado hacia su propia liberación.

Ahora, en lo concerniente a lo político, como ya se dijo en un párrafo anterior, si bien Bakunin al igual que Marx considera que se debe actuar sobre la “superestructura” para generar un cambio en las relaciones humanas, lo hace en un sentido completamente diferente. Bakunin considera que hay una reciprocidad dialéctica de causas y efectos una vez dada la relación entre estructura y superestructura social, y manifiesta una y otra vez que la esencia de la Revolución depende de la apropiación expropiatoria de la burguesía a manos de la clase trabajadora, pero además de la mas absoluta destrucción de la institución sin la cual la explotación económica no podría sostenerse, hablamos evidentemente del Estado. De la siguiente manera, hablando sobre la Internacional, es que Bakunin explica el carácter de la revolución política desde una perspectiva proletaria:

“La gran tarea que la Asociación Internacional de los Trabajadores se ha propuesto, la tarea de la emancipación definitiva y completa de los trabajadores del yugo de todos los explotadores –de los patrones, de los poseedores de las materias primas y los medios de producción; en una palabra, de todos los representantes del capital– no es sólo un objetivo económico o puramente material. Es al mismo tiempo una tarea social, filosófica y moral; y a la vez... una alta tarea política, pero solo en el sentido de la destrucción de toda la política mediante la abolición de los Estados.”
Mijail Bakunin; Afirmación de la Alianza.

Como se ve, esta diferencia de razonamientos puede resumirse de la siguiente manera: La creencia en Marx de la división de la revolución en dos etapas, una en la que el proletariado debía aliarse al ala mas radical y democrática de la burguesía, para que ésta clase pudiese establecer su propio dominio e impulsar ciertas libertades democráticas que le permitirían al proletariado, en una segunda etapa, utilizar estas mismas libertades generadas por la burguesía para atentar contra ella, y establecer por último “la dictadura del proletariado”, mientras que Bakunin juzgaba posible que los explotados lograsen pasar de un marco capitalista no democrático hacia el socialismo de manera directa, sin tener que asumir una táctica de colaboración de clases con la burguesía, para que ésta instaurara su propia Republica. Bakunin considera que una alianza con la clase capitalista solo puede producir un efecto nocivo para el objetivo mas profundo del proletariado, a saber, la abolición de toda clase de explotación y dominación del hombre sobre el hombre. Es por esto que en “cartas a un francés” el revolucionario anarquista hace una severa crítica al partido marxista dirigido por Bebel y Liebknecht, por promover una política de alianza con el radicalismo burgués:

“Esta desdichada idea de la revolución política que, como dicen los socialistas alemanes, ha de preceder a la revolución social, abre de par en par las puertas del Partido Social-Demócrata Obrero a todos los demócratas radicales alemanes exclusivamente políticos, personas que tienen muy poco de socialistas. Así, ha sucedido ya en varias ocasiones que el Partido Social-Demócrata Obrero ha sido inducido por sus jefes – no por su propio instinto colectivo, mucho más socialista que las ideas de sus jefes – a confraternizar con los demócratas burgueses del Partido Popular (Volkspartei), un partido exclusivamente político que no sólo es extraño, sino directamente hostil a cualquier socialismo serio.”
Mijail Bakunin; Cartas a un francés.

Y una vez más, podemos encontrar el rechazo de Bakunin a la colaboración entre clases que tienen intereses completamente opuestos cuando nos dice:

“Está claro que la sección socialista revolucionaria del proletariado no puede aliarse con ninguna facción, ni siquiera con la facción más avanzada de la política burguesa, sin transformarse inmediatamente, en contra de su voluntad, en un instrumento de esa política”
Mijail Bakunin; Afirmación de la Alianza.

Estas y otras declaraciones por el estilo, ubicaron a Bakunin como el blanco perfecto de una campaña en su contra que montó el ala marxista de la primera Internacional, después retomada y agudizada por el bolchevismo. Hasta nuestros días solemos escuchar la versión según la cual Bakunin y los colectivistas de su época, supuestamente invitaban a la clase trabajadora a darle la espalda y abstenerse de todo tipo de política. Evidentemente, a la única política a la que Bakunin invitaba a rechazar, era la política oficial burguesa. Bakunin comprendió que la política de los capitalistas no podía ser sino una vil trampa que debía combatir el proletariado, ya que las “libertades” democráticas a las que podía accederse en una Republica capitalista, no eran sino el disfraz democrático con que se cubría la real dominación de unos cuantos capitalistas sobre los desposeídos. El revolucionario anarquista no luchó para que los trabajadores organizados en la Internacional se olvidaran de hacer política, sino para que evitaran hacer política burguesa (que evidentemente no es la misma cosa); para que no comprometieran sus aspiraciones y objetivos a los mecanismos estatales, que le son ajenos de principio a fin, porque es precisamente en ellos, donde descansa la base misma de su condición como esclavos del trabajo asalariado.

Luego de casi un siglo y medio de aquellas disputas, hoy parece estar mucho mas claro, al menos para la izquierda más radical, el verdadero rol que juega el mecanismo democrático burgués, sin embargo, en la época de la primera internacional, entre el ala marxista, y a pesar de reconocer que la democracia parlamentar-republicana no era sino la dictadura de la burguesía, existía la confianza de poder hacer uso del sistema burgués y utilizarlo contra los intereses de clase de la misma burguesía, de ahí que Marx declarara en 1873, cuando se supone que había ya transformado su concepción sobre el Estado, derivada de las lecciones de la Comuna de París, que en ciertos países, entre los cuales se encontraba Holanda e Inglaterra, la transición al socialismo podía darse de forma pacífica, es decir, utilizando las instituciones estatales del privilegio y la explotación, para supuestamente destruir lo uno y la otra, y con esto “cambiar” el carácter de clase del Estado.

Esta creencia, según la cual las libertades democráticas podían ser empleadas contra la misma dominación burguesa, está mucho más profundamente expresada en Federico Engels, el mejor de los ejemplos es su prologo a “Las luchas de clases en Francia”, donde el comunista alemán, hasta en un tono irónico, se mofa de aquellos que aún tienen esperanzas en la acción directa y autónoma del proletariado, habla sobre los importantes “logros” que ha conquistado su partido a través del parlamentarismo, y vaticinaba que en apenas unos pocos años tendrían la suficiente fuerza electoral como para hacerse del control político y poder llevar adelante su programa. Es obvio que después de poco más de 100 años de haber sido redactadas aquellas palabras, y con toda la experiencia histórica que nos legaron las luchas proletarias del siglo XX, hasta resulta cómica la lectura de un planteamiento tan colmado de idealismo. Hoy solo el reformismo más vergonzoso, y a la vez más liquidado, puede sostener planteamientos afines a aquellos de Engels en la última década del siglo XIX.

En aquella polémica sobre la supuesta abstención política de los anarquistas, Bakunin lo único que defendió y sostuvo, es aquello que hoy es completamente evidente, a saber, que la política burguesa, por más libertades y espacios que pueda otorgar, nunca será más que una trampa para el proletariado y todos los estratos sociales que sufren bajo el actual orden de cosas, y que lejos de ser una vía de liberación, la falsa e hipócrita democracia del capital es la mejor herramienta para inutilizar y canalizar las luchas y los movimientos sociales del pueblo pobre que pone su confianza en ella. El sistema electoral, de supuesta representación popular, no ha sido, para los intereses de los explotados, más que la perfecta fábrica de nuevos burgueses, individuos con largas carreras como jefes de partidos supuestamente obreros y revolucionarios, que una vez situados en algún espacio de poder estatal no han hecho otra cosa que no sea utilizar ese poder para enriquecerse, y eso sí, lanzando algunas cuantas migajas a aquellos que dicen representar, para mantener el clientelismo, y poder seguir manipulando la fuerza obrera para mantener sus nuevos privilegios.

Como se ve, el rechazo a los mecanismos políticos del Estado, y la adopción, por el contrario, de la táctica de la Acción Directa Obrera, con las formas orgánicas que ésta conlleva, como lo es la democracia directa asamblearia, no son de modo alguno caprichos y obsesiones anarquistas, sino francas necesidades materiales básicas en el trabajo por la construcción del Frente Único del proletariado, de una clase obrera consciente, autónoma y militante, que se enfila hacia la demolición de la enferma e incurable sociedad burguesa, hacía la negación misma de su condición como clase, y de todas las clases, en la nueva civilización que no hallará cabida para la explotación y la dominación de una parte de la humanidad sobre la otra, sino la armonía social de la misma.

Si se hace énfasis en este punto, es porque desde los tiempos mismos de la Internacional, se ha prestado en incontables ocasiones para la crítica del marxismo sobre el anarquismo. Se ha pretendido atribuir a nuestra defensa de las practicas horizontales una fuente más bien moral que material o práctica, cuando para el anarquismo revolucionario histórico, partiendo de los postulados Bakuninistas, y estos a su vez del riguroso estudio del movimiento real de las masas obreras, de su organización, instintos y aspiraciones, la explicación de sus postulados anti-verticalistas se cimienta sobre lo segundo, como se dijo ya, en una necesidad material y practica. Bakunin no levantó las banderas de la autonomía política y organizativa del movimiento de las masas populares, porque considerara inmoral el “mancharse las manos” dentro del Estado burgués, sino porque comprendía correctamente (y la historia de las revoluciones políticas marxistas le dan plenamente la razón) que la esencia de la Revolución Social no pasa por apoderarse del Estado o reconstruir uno nuevo, pintado de rojo y etiquetado de revolucionario, sino en la destrucción misma de todas las instituciones de la desigualdad, de todos los Estados y su reemplazo por nuevas relaciones sociales, políticas y productivas para la sociedad humana libre y emancipada.

La confrontación histórica entre Anarquismo y Marxismo, solo puede ser superada en base del reconocimiento de las amplias enseñanzas de Marx, pero llegando a la conclusión (demostrada por los acontecimientos históricos materiales) que la aplicación de sus tesis positivas están alejadas, y por mucho, de una comprensión real del movimiento y necesidades del proletariado para una definitiva emancipación. De esta forma, creemos también que debe reconocerse, por quienes hoy propugnan por dicha superación, que la misma solo puede ser el resultado de comprender que en tal disputa, el Anarquismo formulado por Bakunin, lejos de ser una ideología personal, es el ordenamiento teórico de las acciones y aspiraciones reales del proletariado, estudiadas en el seño mismo del desarrollo de la lucha de clases, y que han logrado formular las tesis para el derrocamiento final de todos los absurdos económicos y políticos que conllevan la existencia de la propiedad privada y el Estado. Por tanto, la superación de la confrontación entre marxismo y anarquismo, solo puede alcanzarse cuando se reconozca que el anarquismo es la superación misma del programa socialdemócrata reformista del marxismo y que aquel (el anarquismo), es en si mismo, solo el programa de la lucha natural que desarrolla (y desarrollará hasta su triunfo final) el proletariado contra la burguesía.

Lo que se ha intentado exponer hasta aquí, son las evidentes discrepancias teóricas, con fuertes implicaciones practicas, entre Anarquismo y Marxismo. Es por estas implicaciones practicas, que consideramos que la disputa histórica entre ambas corrientes anticapitalistas, no puede ser superada por el decreto caprichoso de los revolucionarios del siglo XXI, como pretenden ciertas líneas políticas, sobre todo desde el marxismo, pero también desde el anarquismo. La única que puede dar fin a la confrontación teórica, es la resolución practica de la lucha contra el capitalismo, solo ella podrá revelarnos la veracidad o las limitaciones de cada uno de los programas.

Por nuestra parte, desde nuestra trinchera Anarquista y Proletaria, nos abocamos a luchar por lo que postula nuestro programa revolucionario, y que no es otra cosa que la aspiración histórica (instintiva o conciente) de los oprimidos y los explotados de todos los rincones del planeta: la destrucción total y definitiva de toda explotación y dominación humana.
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Escríbenos: solidaridadproletaria@gmail.com

Medio Oriente en la Lupa, una estrategia Anarquista y Revolucionaria

 

 El siguiente trabajo es un analisís de los compañeros argentinos del Comité por una Organización Revolucionaria Anarquista.

La invasión yanqui-sionista al Líbano es un punto bisagra en la estrategia del Imperialismo Anglosajón en la región y a nivel mundial.

Partimos para esta conclusión de la más básica aplicación del método dialéctico en la búsqueda de una razón para la invasión a este pequeño y magro país del litoral medio oriental de Asia. El análisis dialéctico impone como primera necesidad la demarcación de los opuestos principales y secundarios propios de todo movimiento, en este caso, social.

Evidentemente, de un lado se encuentra la prepotencia militar imperialista yanqui/sionista y del otro la resistencia popular (bajo las banderas del Hezbollah) de un pueblo invadido. Pero las razones de la Invasión siguen siendo harto ininteligibles si nuestro análisis se reduce a la mera traducción de la lucha entre estos opuestos no llevándonos a ninguna conclusión materialista de la cuestión. Esto representa un grave problema pues la gran mayoría de las tendencias revolucionarias y anticapitalistas lo han enmarcado en estos insuficientes términos.

Consideramos que uno de los principales problemas o limitaciones de la "izquierda" contemporánea consta en la circunscripción del método de análisis a una confrontación absoluta entre explotados y explotadores, que no reconoce o disminuye las contradicciones dentro de cada uno de estos bandos, reduciéndolos a una vitalidad casi metafísica. Lo que los lleva necesariamente a la incomprensión del proceso material que los opone y desarrolla la relación de lucha entre estos.

Es incomprensible la invasión yanqui/sionista sobre el Líbano si no se rastrean sus raíces materiales y a esto es a lo que nos disponemos ante la perorata idealista casi universal de todas las tendencias que se han opuesto a la Guerra.

Lo necesario no es lanzar consignas al viento, sino poder articularlas, defenderlas y masificarlas para poder avanzar contra el viento en la elaboración de la estrategia obrera/revolucionaria.

¿Acaso es posible considerar que la invasión se debió a la reacción Capital/Imperialista ante la inminencia de un estallido revolucionario en el Líbano ó Medio Oriente? Sólo el marxismo y en particular el trotskismo, que sufre de delirium tremens y ve la Revolución a cada momento pueden sostener esto.

Por más simpatía que nos genere la resistencia popular encabezada por el Hezbollah (sin contar con el apoyo e incluso en contra del Gobierno, Burguesía y Ejército del débil y diminuto Líbano) no nos parece viable tomar como punto de partida para la situación recreada la amenaza que pudiera representar el Hezbollah, el pueblo libanés desorganizado y sin una orientación claramente obrera y revolucionaria, ni mucho menos la posibilidad de una Revolución en puertas.

Consideramos que la resistencia del Hezbollah, muy por el contrario, es el resultado sintomático de una realidad aún más profunda de lo que la mayor parte de la "izquierda", en consonancia con la prensa burguesa oficial y progresista, nos quiere presentar.

Crisis del Capital/Imperialismo y causas económicas de la Invasión

Para nosotros el Capital/Imperialismo se halla en crisis, una crisis que tiene que ver con el debilitamiento de la hegemonía yanqui y el surgimiento de nuevas alianzas imperialistas que pretenden desplazarlo para tomar su lugar. Esto tiene que ver con el relativo crecimiento sostenido de Rusia y China en oposición con el relativo decrecimiento crónico de EEUU y sus titubeantes aliados.

Las invasiones a Afganistán e Irak aún se podían justificar bajo la teoría de una ofensiva imperialista sobre Medio Oriente por la mera razón de la crisis energética que acusa el Imperialismo yanqui y la oferta escasa del petróleo y gas mundial; ¿Pero cómo cuaja aquí la Invasión del Líbano?

El Líbano no sólo es diminuto sino que carece de reservas importantes de recursos hidrocarbúricos: Es un país principalmente refinador y no creemos que revista demasiada importancia para el Imperialista por su capacidad productiva instalada. Sin embargo reviste una importancia excepcional por su posición geopolítica, compartiendo con Israel la salida más directa del Medio Oriente al Mar Mediterráneo, que conecta Asia con el sur Europeo y el norte Africano.

Esto plantea la cuestión en distintos términos que en Irak y Afganistán, pero sin ser tratado de la manera correcta puede llevar a confusiones. ¿Cuál es la diferencia sustancial entre la invasión al Líbano y las incursiones yanquis sobre Afganistán e Irak? Que estas son de orden principalmente geo-económico mientras que aquella lo es de carácter geo-político.

Si el problema fuera el de ganar simplemente al Líbano como corredor de los oleoductos y gasoductos medio orientales hacia el resto del mundo, por vía del mar Mediterráneo... ¿Sería necesario invadir? Evidentemente no se transformaría en una cuestión de carácter geopolítico si la respuesta fuera positiva.

La geopolítica implica la contradicción de intereses, la puja de intereses contrapuestos en el marco de lo estrictamente económico. No sería necesaria la Invasión si no se temiera la intervención de otros intereses en la región... ¿Pero cuáles son esos intereses?

Entramos aquí en un debate que supera los marcos establecidos por las contradicciones entre Imperialismo y Burguesía Nacional dependiente para penetrar en el complejo terreno de las contradicciones Inter-Imperialistas; tengamos en cuenta algunas posibilidades...

Si la lucha en Líbano se diera en el terreno de la lucha entre los intereses nacionales de la burguesía libanesa (que por otro lado es prácticamente inexistente) y aquellos del Imperialismo yanqui debería haber surgido una resistencia militar y en las esferas estatales del Líbano, cosa que sí sucedió en Afganistán e Irak. Pero este no fue el caso.

Si la lucha en Líbano se diera como citamos, no hubiera surgido como impulso del Imperialismo invasor, sino como proceso social revolucionario (dirigido por la burguesía y particularmente la pequeña burguesía); Pero en Líbano la burguesía es débil y servil al punto de permitir abusos como los que ha soportado históricamente este país, donde los ejércitos extranjeros han penetrado innumerable cantidad de veces, ocupándolo a la merced de intereses siempre ajenos al Líbano.

Si la lucha en Líbano fuera tal cuál se ha planteado ¿no debiera existir una fuerza social que impulse orgánicamente este proceso revolucionario? El Hezbollah parece muy limitado para cubrir este puesto y nunca se lo ha planteado.

Es muy meritorio para ser tenido en cuenta, además, que la vanguardia combatiente en Medio Oriente: Los valientes combatientes palestinos y su intifada, sufren importantes contradicciones internas, siendo diezmados por la crisis en su principal dirección histórica, el Hamas, que ha sido ocupado por una dirección discrecional y reformista que ha enterrado la reivindicación de un Estado Palestino en búsqueda de acordar con las fuerzas ocupantes yanqui/sionistas de Israel.

Panorama mundial de las contradicciones Inter-imperialistas

La derrota en Afganistán y la derrota en Irak, sin una clara dirección de Clase que pueda revertir sus resultados de forma certera, debilitan las posibilidades revolucionarias abonando el terreno para la puja inter-imperialista. Pero... ¿Entre quiénes se da esta puja?

 En 2002, y como una clara respuesta a la ofensiva yanqui sobre la región medio oriental, se formó la Organización de Cooperación de Shangai (OCSh). Dicha alianza entre países de la ex URSS, China y Rusia surgió como una clara respuesta de estas dos potencias Imperialistas a la ofensiva Imperialista planificada por el Imperialismo yanqui y sus aliados luego del 11 de septiembre, bajo la excusa de contribuir al combate contra el terrorismo mundial... léase: No quedarse afuera en la ofensiva Imperialista mundial contra los pueblos del mundo bajo la égida de la "guerra preventiva" promovida por los yanquis.

Rusia aprovechó esto para recrudecer su ofensiva sobre el pueblo checheno y foguear la persecución de kurdos en sus países "amigos" de Medio Oriente. China hizo lo mismo con la separatistas del Tíbet y con Hong Kong.

Lo cierto es que desde que la ofensiva Imperialista yanqui se instaló en Medio Oriente, la OCSh hizo lo imposible por embarrarle el terreno. Recordemos que toda esta región ha estado históricamente muy ligada a la ex URSS y que, por ejemplo, el armamento de la resistencia afgana e iraquí fue en gran parte provisto por Rusia.

Rusia es el principal productor mundial de petróleo (título que comparte con Arabia Saudita - netamente pro yanqui -); si el Oso de Berna no tuviera un rol imperialista... ¿Estaría preocupado por la Invasión yanqui en Afganistán e Irak o se relajaría en la seguridad que le dan sus enormes riquezas energéticas? Huelga la respuesta.

Durante la Guerra de Irak hubo grandes disensos dentro de la OTAN, la cual no acompañó la iniciativa norteamericana. Francia y Alemania, a los que se sumó más tarde España (quien se retiró del país luego de haber apoyado la coalición y sentenció la Guerra), se abstuvieron de participar en la Campaña yanqui.

 No podemos olvidar tampoco las reiteradas y multimillonarias pugnas económicas entre el viejo continente y el Imperialismo yanqui en el marco de la Organización Mundial de Comercio. Esto habla de un desdoblamiento de la Unión Europea (UE) entre yanquis y anti-yanquis o "no alineados" al unilateralismo yanqui.

Rusia y China, con su OCSh también se opusieron rotundamente a la invasión (y no olvidemos que estos dos, como también Francia y Alemania son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU), lo que provocó que los yanquis no contaran tampoco con el aval de este organismo.

La derrota que significó para EEUU no contar con apoyos orgánicos por parte de las organizaciones inter-imperialistas remarca la contradicción entre este país y sus aliados históricos. No olvidemos que en las fronteras orientales de Europa la que se halla es Rusia y su creciente economía, mientras que el gigantezco mercado que se ha ido integrando al mercado mundial, prometiendo posibles épocas de bonanza (que traerán aparejadas seguramente importantes crisis en el panorama de la reestructuración del mercado internacional) es el chino.

A EEUU no le conviene tener entredichos con China por dos razones: 1.- Por su posición estratégica en la región donde hoy combate su escasez energética. 2.- Por su debilitamiento inevitable ante la pérdida del mercado nacional más prometedor del mundo.

La OCSh se presenta para muchos países europeos como mucho más tentadora que EEUU y sus profundas crisis. La ofensiva militarista del imperialismo norteamericano va llegando a su tope cada vez que su acción le aísla, quitándole sus bases de apoyo. El desgaste no se hará esperar.

Conferencias como la celebrada en Washington durante septiembre pasado, por la comisión para la seguridad y cooperación en Europa (CSCE) de la Administración de EEUU bajo el título de "¿Mina la actividad de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCSh) los intereses de EEUU en Asia Central?", dan bases a nuestra teoría.

Veamos qué dice la agencia periodística rusa RIA Novosti el 21/ 09/ 2006: "En EEUU se expresan recelos con motivo de la actividad que está desarrollando en dicha región la OCSh, la que ya ha exhortado a cerrar allí las bases estadounidenses", se dice en un comunicado de prensa emitido por la CSCE.

"Como una alianza de Estados autoritarios, la OCSh apoya la política represiva y poco reformadora  que aplican los Gobiernos centroasiáticos, política que contradice los compromisos humanitarios asumidos por ellos ante la CSCE", dice el comunicado."

De hecho es para tener muy presente el siguiente artículo de la misma agencia: "La integración militar y una activa línea geopolítica de la OCSh ya asustaron a EE.UU. No hace mucho, el subsecretario de Estado para Asia Central y del Sur, Richard Boucher, en nombre de la Administración de George Bush exhortó a la OCSh a renunciar a las declaraciones geopolíticas y centrarse en la economía.

A menudo, Washington aplica su política hacia la OCSh a través de una supuesta ayuda amistosa a las ex repúblicas soviéticas miembros de la OCSh.

Es ambigua asimismo la postura de Kirguizistán. Es el único de los países de la OCSh en cuyo territorio está emplazada una base aérea norteamericana (Gansi). La suma del alquiler anual de ésta todavía no se ha dado a conocer, pero, según algunas fuentes, podría totalizar unos $200 millones, lo que representa el 10% del producto interno bruto de Kirguizistán. Desde luego que ni a Rusia ni a China les agrada tal amistad.

La OCSh y EE.UU. y, en cierto sentido, también la OTAN, de facto ya pueden considerarse como rivales geopolíticos en Asia Central."

Es necesario mencionar, si queremos que el panorama se torne grotescamente claro, que el plan nuclear iraní (país que reviste el carácter de "amigo" del la OCSh y participa de sus Encuentros oficialmente) que tanto revuelo causa entre las páginas del periodismo norteamericano, es respaldado técnica y financieramente por Rusia, al igual de lo que lo fue el último ensayo nuclear norcoreano.

Mientras EEUU recrudece su bloqueo sobre Cuba y entreteje estrategias para dar un golpe en la Isla, Rusia se jacta de haber reiniciado una política activa por la recuperación de los lazos económicos con dicho país.

Mientras los tambores  de Guerra yanqui también suenan en Siria, un muy interesante artículo titulado "¿Preámbulos de la nueva guerra imperial?" y publicado en http://www.medioscomunitarios.org/ el 11/10/06 menciona que: "Siria también está dando pasos para fortalecer su ejército. Rusia está ayudando a Siria a construir y mejorar sus sistemas de defensa aérea. El ejército sirio además ha expedido numerosos pedidos de aviones de guerra y misiles hechos en Rusia e Irán. Belarús y China también ayudan a los militares sirios." Lo que también acontece en Irán, que se ha armado hasta los dientes con armamentos de origen ruso.

Rapiña Imperialista por los Recursos Energéticos

La izquierda marxista, en sus interpretaciones de la situación coyuntural, suele confundir estrategia y táctica con análisis materialista de la situación: abordando el estudio del momento exclusivamente a partir de la práctica necesaria o deseable de nuestra Clase. Este es un profundo error que suele derivar en una lectura equívoca y triunfalista.

El estudio de la situación, que no siempre se acomoda a la estrategia "deseable" debe ser la base y no el desarrollo de nuestra estrategia, lo que suele lograr ilustrar un panorama coyuntural acomodaticio a los intereses politicistas de estas tendencias en vez de brindar una orientación materialista y relativamente objetiva del momento. Esta deformación de los compañeros es perfectamente atribuible a su máxima de que la Revolución es principalmente política, lo que (siendo que el fin está estrechamente relacionado con los medios empleados para alcanzarlo) los lleva inevitablemente por el camino idealista.

Nosotros debemos tener en claro que el estudio del Capital/Imperialismo, desde su dinámica y fundamentos, constituye la base para la elaboración de nuestra estrategia, la cual debe acomodarse a la resolución (en cada período) de las contradicciones secundarias y principales, que ahonden la brecha de la lucha de Clases hasta su extinción por medio de la Revolución Social Proletaria.

¿Por qué pocos o nadie han mencionado la construcción de la terminal petrolera "Baku-Tbilisi-Cehyan"? Porque de hacerlo se daría por tierra con la teoría de una "guerra preventiva en el Líbano" contra una potencial "Revolución Obrera y Popular" de las masas árabes medio-orientales, y el izquierdismo necesita sostener esta tesis a toda costa para justificar sus errores de caracterización.

En el artículo antes citado se dice: "¿Existe una relación entre el bombardeo de Líbano y la inauguración del mayor oleoducto estratégico del mundo, que transportará más de un millón de barriles de petróleo por día a los mercados occidentales?

Virtualmente desapercibida, la inauguración del oleoducto Bakú -Tbilisi- Ceyhan (BTC) que vincula el Mar Caspio con el Mediterráneo Oriental, tuvo lugar el 13 de julio de 2006, durante el comienzo mismo de los bombardeos israelíes de Líbano."

¿Casualidad o prueba irrefutable para nuestra tesis? Basar nuestra estrategia erráticamente entre casualidades y hechos arbitrariamente tenidos en cuenta para justificar nuestras finalidades y objetivos sabe al idealismo más podrido y peligroso...

Los cierto es que en el contexto de una ofensiva imperialista por los recursos energéticos de Medio Oriente, ante un conjunto de burguesías serviles y débiles, sin un proletariado organizado que plantee la posibilidad de una solución Revolucionaria, no podemos dejar de tener en cuenta este hecho. Lo que aflora es la agudización de la lucha interimperialista.

En el mundo del izquierdismo se derrochan palabras hablando de la crisis del imperialismo yanqui, pero aquí se nos presentan dos posibilidades: O bien esta crisis corresponde a la lucha entre las Clases (lo que implica la existencia de un proletariado organizado y fuerte que pueda implantar el programa y las tareas de la Revolución), o bien esta crisis corresponde a la lucha dentro de las Clases (lo que implica la existencia de una crisis entre potencias imperialistas por la hegemonía del mercado mundial).

La primera alternativa no es real pues el proletariado del mundo carece en la mayor parte del globo de una dirección fuerte y unificada, lo que se evidencia en su carencia de un órgano internacional que sepa canalizar su potencialidad combativa.

La segunda alternativa es fragantemente excluida de todo análisis siendo tildada de frente amplista o no siendo tildada de ninguna forma.

Esto es lo que concluye el texto reseñado: "La apertura de este oleoducto es una importante victoria geoestratégica. Es una victoria para la alianza anglo-usamericana, Israel, las grandes corporaciones petroleras y sus socios, pero por otra parte es un revés geoestratégico para Rusia, China e Irán. Parece que la soberanía de Líbano se ha puesto aún más en peligro con la apertura de la estratégica Terminal petrolera."

Pugna entre las potencias imperialistas, miseria y muerte para los pueblos

Toda etapa en la historia de la agudización de las luchas inter-imperialistas ha abierto períodos de algidez revolucionaria. Así aconteció (a muy grandes rasgos) con la guerra franco-prusiana y la Comuna de París, la primera guerra mundial y la Revolución Rusa, la Segunda Guerra Mundial y la Revolución China y la ola de luchas de liberación nacional desatadas durante lo ´60 y `70 como corolario de la pugna inter-imperialista entre la URSS y EEUU.

Nosotros consideramos que esta es una etapa de lucha aguda entre las distintas potencias imperialistas por un nuevo repartimiento de los mercados del mundo. EEUU encabeza la fracción hoy dominante pero en crisis, con varios aliados europeos. Rusia y China con su OCSh encabezan la otra y han avanzado en la elaboración de alianzas con países de gran importancia en la UE como fue el caso del boicot internacional a EEUU en su invasión a Irak (lo que llevo al imperialismo del norte de nuestro continente a replantearse la "efectividad" de la OTAN).

La invasión al Líbano impide que sea tomada seriamente en cuenta la teoría de una guerra prolongada del imperialismo norteamericano (en crisis) contra las burguesías nacionales o los pueblos de Medio Oriente. Parece mucho más correcto tomarla como una iniciativa geopolítica contra las fuerzas imperialistas expresadas en la OCSh y su creciente influencia en la región.

Estas guerras, sin embargo, no se llevan adelante si no es por medio de la ultra explotación y ultra represión o aniquilamiento de los pueblos. Se impone la necesidad de desempolvar la vieja consigna socialdemócrata de "Guerra a las Guerras" elaborada y aniquilada (al mismo tiempo) por la II Internacional y profundizar las contradicciones entre Clase Trabajadora y pueblo con Burguesía Nacional e Imperialismo.

Esta a la orden del día la reconstrucción de los lazos internacionalistas del proletariado, para lo que la cohesión internacionalista de los anarquistas revolucionarios es esencial, pues las viejas direcciones izquierdistas y de izquierda han renunciado hace tiempo a este cometido.

 

¡Fuera Imperialistas del Líbano, Irak y Afganistán! ¡La guerra militar y política contra el enemigo invasor no alcanza para derrotarlo: debemos iniciar la guerra económica! ¡Expropiación al imperialismo, Huelga General Obrera en todas las empresas Imperialistas hasta la desocupación total de los países invadidos! ¡Lucha sin tregua a las burguesías y Gobiernos Nacionales cipayos del Imperialismo, armamiento del pueblo trabajador y asambleas obreras y populares para reorganizar al país sobre nuevas bases!

Nuestra estrategia como anarquistas y revolucionarios

Es esencial que se tenga en cuenta la necesidad de dotar de una dirección al proletariado árabe y del mundo. Por ello consideramos que la constitución de Asambleas obreras y populares en los países ocupados puede plantear excelentes condiciones para cumplir este objetivo. Que se deben explotar las pretensiones "democratizantes" mentirosas del imperialismo norteamericano para la constitución de la herramienta sindical de los trabajadores y que esta debe combatir, en la búsqueda de una solución para sus contradicciones nacionales, la intromisión imperialista (queda planteada la necesidad de un Frente Anti Imperialista de Liberación Nacional). Sólo el proletariado puede llevar al triunfo nacional contra el Imperialismo y contraatacar en el terreno internacional.

Por esto es necesario que en la trinchera de la lucha anti-imperialista (que compartiremos con las amplias masas explotadas y oprimidas por el Imperialismo, no solamente las proletarias) se combata por la construcción de la organización independiente del proletariado; nuestro deber es foguear y hacer crecer en esta (contra las direcciones seguidistas de la burguesía y burocratizante) la tendencia proletaria y revolucionaria.

¡No perdamos tiempo, comencemos la Construcción de nuestra Liga Internacionalista de los Anarquistas Revolucionarios; en estas horas se ha vuelto una tarea primordial!

www.cembakunin.cjb.net

 

¡Construyamos la Otra Campaña!

Por qué surge la necesidad de organizarnos en “La Otra Campaña”?  

Quienes formamos parte de “La Otra Campaña” entendemos que la causa de los problemas que afectan a la clase trabajadora y a las masas pobres del campo y la ciudad, no se debe principalmente a que gobierne algún partido u otro, sino al sistema económico mediante el cual está organizada actualmente la sociedad, que tiene como esencia y principal característica la propiedad privada sobre los instrumentos de producción. La generación de la riqueza social, de todo aquello indispensable para el consumo humano, es producido de manera colectiva por los trabajadores, sin embargo, la existencia del derecho de propiedad genera que la producción sea colectiva, pero que la posesión de todo lo producido sea privada, de lo que resulta un despojo y una explotación a los trabajadores por parte de los propietarios: la clase patronal capitalista.   

Toda esta explotación, es legalizada y protegida por el Estado, que con sus leyes, ejércitos y policías, se encargan de resguardar sus propios privilegios burocráticos y los de la clase patronal.    

Es para construir una nueva sociedad, que garantice el bienestar pleno para todas las personas, basada en la propiedad Colectiva y el principio de Libertad, y donde no exista la dominación y explotación de una parte de la sociedad sobre la otra, es que nace “La Otra Campaña”, que busca agrupar a todos los explotados y oprimidos del campo y la ciudad para luchar contra el sistema mercantil capitalista,  que basado en la generación de ganancias para unos pocos, solo puede ofrecer miseria y marginación para las mayorías.  

Los Anarquistas Revolucionarios de la Alianza de los Comunistas Libertarios, te invitamos a sumarte a la construcción de éste proyecto anticapitalista, y a participar en la transformación revolucionaria de la sociedad. ¡Únete!  

¡Ni Estado, Ni Capital! ¡Socialismo y Libertad! 

Alianza de los Comunistas Libertarios, Organización Política Anarquista.

El Anarquismo Revolucionario y los Partidos Políticos.

 

 

 Durante largo tiempo se ha tenido una concepción equivocada sobre la visión de los anarquistas frente a los partidos. Nosotros, los anarquistas revolucionarios, en este documento, queremos esclarecer un poco la cuestión.

Empezaremos diciendo que ubicamos el nacimiento de nuestra ideología con las concepciones filosóficas y políticas del revolucionario ruso Mijail Bakunin. Partiendo de ahí, declaramos que Bakunin, como abnegado luchador por la causa de los trabajadores, y como tal, enemigo de la explotación burguesa capitalista y de la opresión estatista, comprendía a la perfección la necesidad histórica de un partido revolucionario, formado únicamente por  los elementos mas entregados y abnegados a la causa revolucionaria.

Bakunin no solo comprendía la necesidad de una organización de tales características, sino que además la construyó en el año de 1868 bajo el nombre de "Alianza de la Democracia Socialista". La Alianza fue fundada en el mismo periodo en que existía la Asociación Internacional de los Trabajadores, (Primera Internacional) de hecho los aliancistas fueron acusados injusta y erróneamente por los marxistas de "querer debilitar a la Internacional formando una nueva en el seno de la misma". Sin embargo, la realidad era radicalmente distinta, ya que lejos de pensar en debilitarla, Bakunin comprendía de manera correcta qué el mejor complemento de la Internacional de los Trabajadores, sería una organización de los elementos mas preparados y con un alto grado de conciencia revolucionaria que pudiese conducir al amplio número de trabajadores organizados en la Internacional por un rumbo auténticamente socialista y revolucionario. He aquí como Miguel Bakunin explica la relación entre la Organización revolucionaria de vanguardia (La Alianza) y aquel inmenso y formidable Frente proletario de masas que era la Asociación Internacional de los Trabajadores:

"La Alianza es el complemento necesario de la Internacional. Pero la Internacional y la Alianza, pese a dirigirse hacia el mismo objetivo final, tienen al mismo tiempo objetos distintos. La una tiene por misión reunir las masas obreras, los millones de trabajadores, a través de las fronteras de todos los Estados en un único cuerpo inmenso y compacto; la otra, la Alianza, tiene por misión el dar a estas masas una dirección realmente revolucionaria. Los programas de la una y de la otra, sin ser opuestos en absoluto, son distintos por el grado mismo de su desarrollo respectivo. El de la Internacional solamente si se toma en serio contiene en germen, pero solamente en germen, todo el programa de la Alianza. El programa de la Alianza es la explicación última del de la Internacional."                                                                            

Miguel Bakunin; Afirmación de la Alianza.          

Ahora bien, a pesar de que los anarquistas reconocemos la necesidad de construir una organización revolucionaria con unidad táctica e ideológica, que tenga como tarea el concientizar a la clase trabajadora de su papel histórico revolucionario, de barrer con el capitalismo y con todas las instituciones de la desigualdad, rechazamos, para referirnos a tal organización, el uso del concepto "partido".  Rechazamos el emplear este termino por las dos concepciones que se desprenden de la palabra en cuestión.  La primera, es la confusión con los partidos políticos burgueses y la segunda con la concepción del partido marxista-leninista. Son precisamente estas dos ideas las que nos disponemos a analizar en las siguientes líneas.

El concepto "partido"

Nuestro objetivo como Organización revolucionaria es hacer concientes a los proletarios de su poder social y que este mismo poder puede derribar a la sociedad capitalista, por tanto, nuestra labor es la de organizar las fuerzas populares desde las bases, es decir, su organización independiente de la clase dominante, y creemos inapropiado presentarnos ante los trabajadores como un "partido obrero", puesto que hoy en día se entiende por partido la noción burguesa de: elecciones, parlamento, poder político, y toda una serie de conceptos que van en contra de la emancipación popular. Estamos convencidos de que los partidos o los individuos que se digan representantes de la clase explotada y de los oprimidos y que creen en estos la  esperanza de su emancipación mediante las elecciones y los parlamentos no hace mas que reforzar las instituciones políticas de la burguesía y por consecuencia lógica, refuerza también, el despotismo, la explotación, la tiranía...

El Partido leninista y la Organización política anarquista.

Pero no solo nos arriesgaríamos a la confusión con los partidos burgueses, sino que también con los partidos leninistas. Aquí surge algo interesante, el leninismo promueve la creación de un partido que represente los intereses de la clase obrera. Se podría llegar a pensar que aquí los anarquistas coincidimos con el planteamiento leninista, mas sin embargo declaramos rotundamente que no es así. Y no es así por dos razones, en principio, porque como se puede comprobar al inicio de este documento, la concepción de una Organización de los elementos de vanguardia, no es, como muchos piensan, expuesta por vez primera por Lenin. Con décadas de antelación Bakunin entendió que las organizaciones de defensa y resistencia del Frente de Masas (por ejemplo los sindicatos o las asociaciones obreras internacionales) no eran suficientes para emprender una lucha revolucionaria, sino que hacían falta, además, los núcleos de los revolucionarios mas concientes que les disputaran la dirección de los movimientos populares a las tendencias reformistas y a las abiertamente burguesas. La otra gran diferencia con la concepción leninista es aún mucho mas importante, pues es la que tiene que ver con los objetivos que cada una de las tendencias nos trazamos. Una, la leninista, es partidaria de que el partido de  vanguardia tome el poder del Estado una vez ganada la revolución, puesto que los miembros del partido son, supuestamente, los mas concientes, los mas inteligentes, quienes pueden representar perfectamente los intereses del proletariado. La función de la Organización política anarquista, por su parte, no tiene como objetivo tomar el poder del Estado, al contrario de los leninistas, nosotros queremos la destrucción del Estado, puesto que sabemos que la conformación del poder político y militar por una minoría en nombre de la revolución es el acto mas dañino que se le puede hacer a la propia revolución.

El tomar el poder político, es decir, el que una minoría se convierta en un núcleo de políticos profesionales, que tengan el derecho de tomar decisiones por ellos mismos e imponérselas a las masas, es crear el germen de la burocratización, de la contrarrevolución, es sentar las bases para volver a dividir a la sociedad en una minoría privilegiada y en una inmensa mayoría oprimida  y dominada. El objetivo de la Organización anarquista no es el poder político, sino la construcción del poder popular proletario, constituido de abajo a arriba, ósea, todo el poder fundido en la colectividad del pueblo trabajador a través de sus órganos de decisión asamblearios y horizontales.

Anarquismo y Organización revolucionaria.

Pero el Anarquismo Revolucionario no solo vio expresado su programa en una Organización homogénea durante la época de Bakunin, además de la Alianza de la Democracia Socialista, han existido otras agrupaciones similares y que intentaron cumplir el mismo rol que los aliancistas, como el Grupo Dielo Trouda (La Causa de los Trabajadores) conformado, sobre todo, por anarquistas rusos y ucranianos que habían luchado junto al proletariado ruso en la revolución rusa, después convertida por los bolcheviques en dictadura estatista-partidista.

El Grupo Dielo Trouda publicó a finales de los años 20' un documento muy importante para el Movimiento Libertario internacional, que abrió la brecha entre la línea del anarquismo organizado y las expresiones individualistas que renegaban de conformar una Organización de vanguardia. Las línea de los "anti-organización" representaba a los elementos que no querían adquirir un compromiso y una responsabilidad militante, aquellos que renegaban de la disciplina revolucionaria que como bien indica Nestor Makhno es necesaria para la realización optima de nuestras tareas. Estas breves líneas nos ayudaran a esclarecer el asunto en cuestión:

"Sin disciplina en la organización es imposible emprender cualquier acción revolucionaria seria. Sin disciplina la vanguardia revolucionaria no puede existir, porque entonces ella se encontraría en completa desunión practica, sería incapaz de formular las tareas del momento e incapaz de cumplir el papel iniciador que de ella esperan las masas."

Nestor Makhno , "Sobre la Disciplina Revolucionaria"

La Plataforma Organizativa, es el documento que el Grupo Dielo Trouda publicó con la perspectiva de levantar la Unión General de Anarquistas, una Organización de la vanguardia anarquista revolucionaria, en ese documento, se plasman los argumentos de la necesidad de una estructura organizativa de ese   genero.

Otro ejemplo del anarquismo constituido en Organización revolucionaria es el de "Los Amigos de Durruti" en España durante la década de los 30' en medio de la guerra civil española. "Los Amigos de Durruti" fueron un grupo de anarcosindicalistas de la CNT que comprendieron la necesidad de constituirse en dirección revolucionaria conciente, después de que la CNT comenzase a cometer errores históricos como entrar al gobierno burgués de la Republica. "los Amigos de Durruti", que toman su nombre en memoria del revolucionario anarquista Buenaventura Durruti (que murió en combate el 20 de noviembre de 1936), apreciaron que era urgente en aquellas circunstancias formar un núcleo que pudiese señalar las posiciones correctas para el proletariado español, y volver a la vía estrictamente colectivista y anti-estatista defendida desde el primer día de la Revolución española por Durruti y Ascaso.

Conclusión

Podemos resumir que los anarquistas de la línea Bakuninista somos partidarios de una Organización revolucionaria especifica, que participe en los movimientos populares, tratando de insertar nuestro programa Socialista Libertario en ellos y conducir las luchas populares por un sendero anti-capitalista, para abolir la propiedad privada de los medios de producción y fundar el poder popular horizontal y asambleario, sobre las ruinas de todo lo que se llama poder político y Estado.

Una Organización de ese tipo es la que buscamos construir los militantes de la Alianza de los Comunistas Libertarios y por la que trabajamos en el día a día en pos de la revolución social y de la emancipación mundial.

Alianza de los Comunistas Libertarios; Organización Política Anarquista.

Noviembre de 2004 (Publicado como volante).

 

El Sistema Capitalista

 


por: Miguel Bakunin

 

¿Es preciso repetir los argumentos irrefutables del socialismo, los argumentos que ningún economista burgués ha conseguido destruir? ¿Qué es la propiedad, que es el capital, bajo su forma actual? Para el capitalista y para el propietario es el poder y el derecho, garantizados y protegidos por el Estado, de vivir sin trabajar, y como ni la propiedad ni el capital producen absolutamente nada cuando no están fecundados por el trabajo, es el poder y el derecho de vivir por el trabajo ajeno, de explotar el trabajo de aquellos que, no teniendo ni propiedad ni capitales, están forzados a vender su fuerza productiva a los felices detentadores de la una y de los otros.

Advertid que dejo aquí absolutamente a un lado esta cuestión: ¿Por qué vías y como ha caído la propiedad y el capital en manos de sus detentadores actuales? Cuestión que, cuando es considerada desde el punto de vista de la historia, de la lógica y de la justicia, no puede ser resuelta de otro modo que contra los detentadores. Me limito a constatar simplemente que los propietarios y los capitalistas en tanto que viven, no de su trabajo productivo, sino de la renta de sus tierras, del alquiler de sus construcciones, y de los intereses de sus capitales, o bien de la especulación sobre sus tierras y sus construcciones y sobre sus capitales, o bien de la explotación comercial o industrial del trabajo manual del proletariado -especulación y explotación que constituyen sin duda una especie de trabajo, pero un trabajo perfectamente improductivo (según eso también los ladrones y los reyes trabajan)- que todas esas gentes digo, viven en detrimento del proletariado.

Sé muy bien que esa manera de vivir es infinitamente honrada en todos los países civilizados; que es expresa y tiernamente protegida por todos los Estados, y que los Estados, las religiones, todas las leyes jurídicas, criminales y civiles, todos los gobiernos políticos, monárquicos y republicanos, con sus inmensas administraciones policiales, judiciales, y con sus ejércitos permanentes, no tienen propiamente otra misión que la de consagrarla y protegerla. En presencia de autoridades tan poderosas y tan respetables, no me permito, pues, preguntar siquiera si esa manera de vivir, desde el punto de vista de la justicia humana, de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad humana es legitima. Me pregunto simplemente: En esas condiciones la fraternidad y la igualdad entre los explotadores y explotados, y la justicia, así como la libertad para los explotados, ¿son posibles?

Supongamos también, como lo pretenden los señores economistas burgueses, y con ellos todos los abogados, todos los adoradores y creyentes del derecho jurídico, todos esos sacerdotes del derecho criminal y civil, supongamos que esa relación económica de los explotadores frente a los explotados, y la justicia, así como la libertad para ellos es consecuencia fatal, el producto de una ley social eterna e indestructible: permanece una verdad que la explotación excluye la fraternidad y la igualdad.

Excluye la igualdad económica; eso se entiende por si mismo. Supongamos que soy su trabajador y usted mi patrón. Si le ofrezco mi trabajo al mas bajo precio posible, si consiento en hacerle vivir con el producto de mi trabajo, no es por abnegación, ni por amor fraternal hacia usted -ningún economista burgués se atreverá a afirmarlo, por idílicos e ingenuos que sean los razonamientos de estos señores cuando se ponen a hablar de las relaciones y de los sentimientos recíprocos que deberían existir entre los patrones y los obreros-, no, lo hago porque si no lo hiciese yo y mi familia moriríamos de hambre. Por tanto, estoy obligado a venderle mi trabajo al mas bajo precio posible, estoy obligado a ello por el hambre.

Pero -dicen los economistas- los propietarios, los capitalistas, los patrones, están igualmente forzados a buscar y a comprar el trabajo del proletario. Es verdad, están obligados a ello, pero no igualmente. ¡Ah, si hubiese igualdad entre el que demanda y el que ofrece, entre la necesidad de comprar el trabajo y la de venderlo, no existirían la esclavitud y la miseria del proletariado! Pero es que entonces no habría tampoco ni capitalistas ni propietarios, ni proletariado, ni ricos ni pobres; no habría nada más que trabajadores. Los explotadores no son y no pueden ser tales precisamente más que porque esa igualdad no existe.

No existe, porque en la sociedad moderna, donde la producción de las riquezas se hace por la intervención del capital asalariado del trabajo, el crecimiento de la población es mucho mas rápido que el de la producción, de donde resulta que la oferta del trabajo debe sobrepasar siempre necesariamente a la demanda, lo que tiene que tener por consecuencia infalible la disminución relativa de los salarios. Constituida así la producción, monopolizada, explotada por el capital burgués, se encuentra empujada, por una parte, mediante la concurrencia que se hacen los capitalistas entre si, a concentrarse cada día mas en manos de un numero cada vez mas pequeño de capitalistas muy poderosos -pues los pequeños y medianos capitales sucumben naturalmente en esa lucha asesina, ya que no pueden producir con los mismos gastos que los grandes-, o en manos de sociedades anónimas, mas poderosas por la reunión de sus capitales que los mas grandes capitalistas aislados; por otra parte, es obligada por esa misma concurrencia a vender sus productos al mas bajo precio posible. No puede llegar a ese doble resultado mas que rechazando un numero mas y mas considerable de pequeños y medianos capitalistas, especuladores, comerciantes e industriales, del mundo de los explotadores hacia el del proletariado explotado, y haciendo al mismo tiempo economías progresivas sobre los salarios de ese mismo proletariado.

Por otro lado, la masa del proletariado aumenta siempre, por el crecimiento natural de la población, que la miseria misma, como se sabe, no detiene apenas, y por la remisión a su seno de un numero creciente de burgueses en otro tiempo propietarios, capitalistas, comerciantes e industriales -y aumentando, como acabo de decirlo, en una proporción mas fuerte que las necesidades de la producción explotada en comandita por el capital burgués--, resulta de ello una concurrencia desastrosa entre los trabajadores mismos; porque no teniendo otro medio de existencia que su trabajo manual, son impulsados, por el temor a verse reemplazados por otros, a vender su trabajo al mas bajo precio posible. Esta tendencia de los trabajadores, o mas bien esa necesidad a que se ven condenados por su miseria, combinada con la tendencia mas o menos forzada de los patronos a vender sus productos a sus trabajadores, al mas bajo precio posible, reproduce constantemente y consolida la miseria del proletariado. Siendo pobre, el obrero debe vender su trabajo casi por nada, y por que lo vende casi por nada, se vuelve más y más pobre.

Sí, mas pobre, verdaderamente. Por que en ese trabajo forzado, las fuerzas productivas del obrero, abusivamente aplicadas, despiadadamente explotadas, excesivamente gastadas y muy mal nutridas, se gastan pronto; y una vez que se han gastado, ¿Qué vale en el mercado su trabajo, que vale esa única mercancía que posee y cuya venta cotidiana le hace vivir? Nada. ¿Y entonces? Entonces no le queda otro remedio que morir.

¿Cuál es en un país dado, el más bajo salario posible? Es el precio de lo que es considerado por los proletarios de ese país, como absolutamente necesario para el mantenimiento de un hombre. Los economistas burgueses de todos los países están de acuerdo en este punto.

Turgot, aquel a quien se convino en llamar el virtuoso ministro de Luis XVI, y que era realmente un hombre de bien, dijo:

"El simple obrero que no tiene mas que sus brazos, no tiene nada, mas que en tanto que llegue a vender a otros su esfuerzo. Lo vende más o menos caro; pero ese precio más o menos alto, no depende de él solo: depende del acuerdo que forma con aquel que paga su trabajo. Este le paga lo menos caro que puede; como tiene elección entre un gran número de obreros, prefiere el que trabaja mas barato. Los obreros están, pues, forzados a bajar el precio en competencia los unos con los otros. En todo género de trabajo, debe suceder que el salario del obrero se limita a lo que le es necesario para procurarle la existencia" (Reflexion sur la formation et la distribution des richesses).

 

J. B Say, el verdadero padre de los economistas burgueses en Francia, dice también:

"los salarios son tanto mas elevados cuanto mas demanda existe para el trabajo y menos oferta, y se reducen a medida que el trabajo del obrero es mas ofrecido y menos demandado. Es la relación de la ofertan con la demanda la que regula los precios de esa mercancía llamada el trabajo del obrero, como regula los precios de todos los otros servicios públicos. En cuanto los salarios van un poco más allá de la tasa necesaria para que las familias de los obreros puedan mantenerse, los hijos se multiplican y una oferta más grande se pone pronto en proporción con una demanda más amplia. Cuando, al contrario, la demanda de trabajadores es inferior a la cantidad de gentes que se ofrecen para trabajar, sus ganancias declinan por debajo de la tasa necesaria para que la clase pueda mantenerse en el mismo número. Las familias más cargadas de hijos desaparecen; desde entonces la oferta de trabajo declina y siendo el trabajo menos ofrecido, el precio sube... De suerte que es difícil que el precio del trabajo del simple jornalero se eleve o se disminuya por encima o debajo del nivel de tasa necesario para mantener la clase (de los obreros, el proletariado) en el numero de que se tiene necesidad" (Cours complet d'economie politique)

"El precio, como el valor (en la economía social actual) es cosa esencialmente móvil, por consecuencia, esencialmente variable, y que, en sus variaciones, no se regula mas que por la concurrencia, concurrencia, no olvidemos, que como convienen Turgot y Say tiene por efecto necesario no dar en salario al obrero mas que lo que le impide justamente morir de hambre, y mantiene la clase en el numero de que se tiene necesidad" (Histoire de la Révolution; Louis Blanc.)

Por tanto, el precio corriente de los estricto necesario es la medida constante, ordinaria, por encima de la cual ni puede elevarse largo tiempo ni mucho los salarios de los obreros, pero por bajo de la cual caen muy a menudo, lo que tiene siempre por consecuencia la inanición, las enfermedades y la muerte, hasta que haya desaparecido un numero suficiente de trabajadores para hacer la oferta del trabajo no igual si no conforme a la demanda.

Lo que los economistas llaman la igualdad entre la oferta y la demanda no constituyen todavía la igualdad entre el demandante y los que ofertan. Supongamos que yo, fabricante, tenga necesidad de 100 trabajadores y que se presenten en el mercado 100 -solamente 100- por que si se presentan mas, la oferta superaría a la demanda, habría desigualdad evidente en detrimento de los trabajadores, y por consiguiente disminución de salarios. Pero, puesto que no se han presentado mas que ese numero preciso, ni mas ni menos, parece a simple vista que hay igualdad perfecta: pues la oferta y la demanda, que son iguales en un mismo numero, son necesariamente iguales entre si. ¿Se desprende de eso que los obreros podrían exigir de mi un salario y condiciones de trabajo que les aseguren los medios de una existencia verdaderamente libre, digan y humana? De ningún modo. Si les concediese ese salario y esas condiciones, yo, capitalista, no ganaría más que ellos, y no lo ganaría aun más que a condición de trabajar como ellos. Pero entonces, ¿para que diablos iría a atormentarme y a arruinarme ofreciéndoles las ventajas de mi capital? Si quiero trabajar como ellos trabajan, colocare el capital en otra parte a interés lo mas elevado posible y ofreceré yo mismo mi trabajo a algún otro capitalista, como ellos me lo ofrecen a mi.

Si, aprovechándome de la potencia de iniciativa que me da mi capital, pido a esos trabajadores que vengan a fecundarlo con su trabajo, no es por simpatía hacia sus sufrimientos, ni por espíritu de justicia, ni por amor a la humanidad. Los capitalistas no son filántropos, se arruinarán en ese oficio. Es porque espero poder sacar de su trabajo una ganancia suficiente para vivir convenientemente y engrandecer mi querido capital al mismo tiempo, sin tener necesidad de trabajar. O bien trabajare también, pero de otro modo que mis obreros. Mi trabajo será de otra naturaleza y será infinitamente mejor retribuido que el suyo. Será un trabajo de administración y de explotación, no de producción.

Pero el trabajo administrativo, ¿no es un trabajo productivo? Sin duda, lo es, porque sin una buena e inteligente administración, el trabajo manual no produciría nada, o produciría poco y mal. Pero desde el punto de vista de la justicia y de la utilidad de la producción misma, no es de ningún modo necesario que ese trabajo sea monopolizado en mis manos, y sobre todo, que sea retribuido mas que el trabajo manual. Las asociaciones cooperativas han demostrado que los obreros saben y pueden administrar muy bien las empresas industriales, por obreros que eligen en su seno y que reciben la misma retribución que los otros. Por tanto, si concentro el poder administrativo en mis manos, no es para utilidad de la producción, es por mi propia utilidad, por la de la explotación. Como amo absoluto de mi establecimiento, percibo por mi jornada de trabajo diez, veinte, y si soy un gran industrial, con frecuencia cien veces más de lo que mi obrero perciba por la suya, a pesar de que mi trabajo sea, sin comparación, menos penoso que el suyo.

Pero el capitalista, el jefe de un establecimiento, corre riesgos, se dice, mientras que el obrero no corre ninguno. Esto no es verdad, porque aun desde ese punto de vista todas las desventajas están de parte del obrero. El jefe de un establecimiento puede conducir mal sus negocios, puede ser liquidado por las concurrencias, o bien ser victima de una gran crisis comercial o de una catástrofe imprevista; en una palabra, puede arruinarse. Esto es verdad. Pero veamos, ¿habéis visto a industriales burgueses arruinarse y verse reducidos a un gasto tal de miseria que ellos y los suyos mueran de hambre, o se vean forzados a descender al estado de jornaleros, al estado de obreros? Eso no llega casi nunca, se puede decir que nunca. Ante todo es raro que un industrial no conserve alguna cosa, por arruinado que parezca. En el tiempo que corre, todas las bancarrotas son más o menos fraudulentas. Pero si no se ha conservado absolutamente nada, le quedan siempre sus alianzas de familias, sus relaciones sociales, que, con ayuda de la instrucción que su capital perdido le había permitido adquirir y dar a sus hijos, le permiten colocar a estos y a si mismo en el alto proletariado, en el proletariado privilegiado; sea en alguna función del estado, sea como administrador asalariado de una empresa comercial o industria, sea, en fin, como dependiente, con una retribución de su trabajo siempre superior a la que había pagado a sus obreros.

Los riesgos del obrero son infinitamente más grandes. Ante todo, si el establecimiento en que esta empleado va a la bancarrota, queda algunos días y a menudo algunas semanas sin trabajo; y para el, eso es mas que la ruina, es la muerte; porque come cada día todo lo que gana. Los ahorros del trabajador son un cuento de hadas inventado por los economistas burgueses para adormecer el débil sentimiento de justicia, los remordimientos que pudieran despertarse por casualidad en el seno mismo de su clase. Ese cuento ridículo y odioso no adormecerá nunca las angustias del trabajador. Sabe lo que le cuesta satisfacer las necesidades diarias de su numerosa familia. Si tuviese ahorros, no enviaría a sus pobres hijos, desde la edad de seis años, a agotarse, a debilitarse, a hacerse física y moralmente asesinar en las fabricas donde están forzados a trabajar noche y día, una jornada de doce y con frecuencia de catorce horas.

Si acontece algunas veces que el obrero hace algún pequeño ahorro, es consumido bien pronto por los días de paro forzoso que interrumpen demasiado a menudo y demasiado cruelmente su trabajo, tanto como por los accidentes imprevistos y las enfermedades que pueden sobrevenir en su familia. En cuanto a los accidentes y a las enfermedades que pueden alcanzarle a el mismo, constituyen un riesgo en comparación del cual todos los riesgos del jefe del establecimiento, del patrón, no son nada: porque para el obrero, la enfermedad que lesiona la única riqueza que posee, su facultad productiva, su fuerza de trabajo, sobre todo la enfermedad prolongada, es la mas terrible bancarrota, una bancarrota que significa, para sus hijos y para él, el hambre y la muerte.

Se ve bien que con las condiciones que yo, capitalista que necesito 100 obreros para fecundar mi capital, ofrezco a esos obreros, todas las ventajas son para mí, todas las desventajas son para ellos. No les propongo ni más ni menos que explotarlos, y si quisiese ser sincero, de lo que sin duda me guardare bien, les diría:

"Ved, queridos hijos, tengo ahí un capital que en rigor no debería producir nada, porque una cosa muerta no puede producir nada, no hay nada de productivo fuera del trabajo. Si fuese así, no podría sacar de el otro provecho que el de consumirlo improductivamente y, una vez que lo haya consumido, no tendré nada. Pero gracias a las instituciones sociales y políticas que nos rigen y que están todas a mi favor, en la organización económica actual mi capital es supuesto como productor también: me da intereses. Sobre quien deben ser tomados esos intereses -y deben serlo sobre alguno, pues en realidad por si mismo no produce nada en absoluto-, eso no os atañe. Bastaos saber que rinde intereses. Solo que esos intereses son insuficientes para cubrir mis gastos. No soy un hombre tosco como vosotros, no puedo ni quiero contentarme con poco. Quiero vivir, habitar una hermosa casa, comer y beber bien, pasear en carroza, aparentar, en una palabra, procurarme todos los goces de la vida. Quiero también dar una buena educación a mis hijos, hacerlos señores y enviarles a estudiar, a fin de que, mucho mas instruidos que los vuestros, puedan dominarlos un día como os domino yo hoy. Y como la instrucción sola no basta, quiero dejarles una gran herencia, para que al repartirla entre ellos queden al menos tan ricos como yo. Por consiguiente, además de los goces que quiero darme, quiero también acrecentar mi capital. ¿Cómo haré para llegar a ese fin? Armado de ese capital me propongo explotarlos, y os propongo que os dejéis explotar por mí. Vosotros trabajareis y yo recogeré y me apropiare y venderé por mi propia cuenta el producto de vuestro trabajo, no dejándoos más que la parte absolutamente necesaria para que no muráis de hambre hoy, a fin de que mañana podáis trabajar aun parar mi en las mismas condiciones; y cuando os haya agotado, os expulsare y os reemplazare por otros. Sabedlo bien, os pagaré un salario tan pequeño, y os impondré una jornada tan larga, condiciones de trabajo tan severas, tan despóticas, tan duras como sea posible; no por maldad -no tengo motivo para odiaros, ni para hacerlos mal-, sino por amor a la ganancia y para enriquecerme mas pronto; porque cuanto menos os pague y más trabajéis vosotros, mas ganare."

He ahí lo que dice implícitamente todo capitalista, todo empresario de industria, todo jefe de establecimiento, todo el que hace demanda de brazos, a los trabajadores que recluta.

Pero, puesto que la oferta y la demanda son iguales, se dirá, ¿por qué los obreros habrían de aceptar tales condiciones? Teniendo el capitalista tanta necesidad de ocupar los 100 obreros como los 100 obreros de ser ocupados por el, ¿no se deduce que el primero, como cada uno de los segundos, están en condiciones perfectamente iguales? ¿No llegan ambos al mercado como dos mercados igualmente libres, desde el punto de vista jurídico al menos, aportando, el uno una mercancía que se llama salario, sea por día o a termino, que quiere cambiar contra otra mercancía que se llama trabajo del obrero, de tantas horas por día, y el otro su mercadería, que se llama su propio trabajo diario y que quiere cambiar contra el salario ofrecido por el capitalista. Puesto que, en nuestra suposición, la demanda es de 100 trabajadores, y la oferta es de 100 trabajadores también, parece que en ambas partes las condiciones son iguales.

No, no lo son de ningún modo. ¿Qué es lo que hace que el capitalista vaya al mercado? Es la necesidad de enriquecerse, de agrandar su capital y de procurarse la satisfacción de todas las ambiciones y vanidades sociales, de darse todos los goces imaginables. ¿Qué es lo que lleva halla al obrero? Es la necesidad de comer hoy y mañana, es el hambre. Por consiguiente, iguales desde el punto de vista de la ficción jurídica, el capitalista y el obrero no lo son de ningún modo desde su situación económica o real. El capitalista no esta amenazado por el hambre al llegar al mercado; sabe muy bien que si no encuentra hoy los trabajadores que busca, tendrá siempre algo que comer durante mucho tiempo, gracias a ese capital del que es el feliz poseedor. Si los obreros que encuentra en el mercado le hacen proposiciones que le parecen exageradas, porque, lejos de agrandar su fortuna y de mejorar aun mas su situación económica, esas proposiciones y esas condiciones podrían, no digamos igualar, si no solo acercarlo un poco a la situación económica de esos mismo obreros de quienes quiere comprar el trabajo, ¿Qué hace entonces? Los rehúsa y espera. No siendo lo que le apremia la necesidad, si no el deseo de mejorar una posición que, comparada con la de los obrero es muy confortable, puede esperar; y esperara, por que la experiencia de los negocios le enseño que la resistencia de los obreros que, no teniendo ni capitales, ni confort, ni grandes ahorros, son apremiados por la necesidad despiadada del hambre, que esa resistencia no puede durar largo tiempo y que encontrara en fin los 100 obrero que busca y que serán forzados a aceptar las condiciones que encuentre útil para si mismo imponerles. Si estos las rechazan, otros vendrán, otros vendrán que se consideraran felices aceptándolas. Es así como suceden las cosas cada día a vista y a conocimiento de todo el mundo.

Si, como consecuencia de circunstancias particulares que influyen de una misma manera mas constante sobre el estado del mercado, la rama de industria en que había proyectado primero empleara su capital no le ofrece todas las ventajas que había esperado, entonces aplicara ese mismo capital a otra rama; pues el capital burgués no esta ligado por su naturaleza a ninguna industria especial, si no que fecunda como dicen los economistas -explota, diremos nosotros-indefinidamente todas las industrias posibles. Supongamos en fin, que, sea incapacidad, sea desgracia independiente de su saber y de su voluntad, no consigue colocarlo en ninguna industria; y bien, comprara acciones y rentas; y si los intereses y dividendos que persigue le parecen insuficientes, se comprometerá en algún servicio es decir, venderá su trabajo, a su vez, pero en condiciones mucho mas lucrativas para si que las que había propuesto a sus obreros.

El capitalista va, pues, al mercado como hombre, si no absolutamente libre, al menos infinitamente más libre que el obrero. Es el encuentro del lucro con el hambre, del amo con el esclavo. Jurídicamente son iguales; económicamente el obrero es el siervo del capitalista, aun antes de la concesión del tratado por el cual venderá a termino su persona y su libertad, porque esa amenaza terrible del hambre, que esta suspendida cada día sobre el y sobre su familia, le forzara a aceptar todas las condiciones que le sean impuestas por los cálculos lucrativos del capitalista, del jefe de industria, del patrón.

Una vez que el trato es concretado, la servidumbre del obrero se hace doble; o más bien, antes de haber concertado ese trato, aguijoneado por el hambre, no era siervo más que en potencia; después de haberlo concertado, se vuelve siervo efectivo. Porque, ¿Cuál es la mercadería que ha vendido a su patrón? Es su trabajo, su servicio personal, la fuerza productiva corporal, intelectual y moral, que se encuentra en el y que es inseparable de su persona, pues, es su propia persona. En lo sucesivo el patrón velara sobre el, sea discretamente, sea por medio de sus capataces, el patrón será cada día, durante las horas y en las condiciones convenidas, el dueño de sus actos y de sus movimientos. Le dirá: "harás esto" y obrero estará obligado a hacerlo; o bien "iras allí" y deberá ir. ¿No es eso lo que se llama servidumbre?

El señor Carlos Marx ilustre jefe del comunismo alemán observa justamente, en su magnifica obra "El Capital" que si el contrato que se concluyo libremente entre los vendedores de dinero, bajo la forma de salario, en tales condiciones de trabajo, y los vendedores de su propio trabajo, es decir, entre los patrones y lo obreros, en lugar de ser concluido a termino solamente, fuese concluido por toda la vida, constituiría una esclavitud real. Concluido a termino y reservando al obrero la facultad de dejar a su patrón, no constituye mas que una especie de servidumbre voluntaria y pasajera. Si, pasajera y voluntaria solo desde el punto de vista jurídico, pero de ningún modo desde el de la posibilidad económica. El obrero tiene siempre el derecho de abandonar a su patrón, pero, ¿dispone de los medios?

Y si lo abandona, ¿será para comenzar una existencia libre en la que no tendrá otro patrón mas que a si mismo? No, será para venderse a un nuevo patrón. Será impulsado a ello fatalmente por esa misma hambre, esa libertad del obrero que exaltan tanto los economistas, los juristas y los republicanos burgueses, no es mas que una libertad teórica sin ningún medio de realización posible, por consiguiente una libertad ficticia, una mentira. La verdad es que toda la vida del obrero no presenta otra cosa que una continuidad desoladora de servidumbre a término, jurídicamente voluntarias, pero económicamente forzadas, una permanencia de servidumbres, momentáneamente interrumpidas por la libertad acompañada del hambre y por consiguiente una real esclavitud.

Esa esclavitud se manifiesta, en la práctica de cada día, de todas las maneras posibles. Al margen de las condiciones ya tan vejatorias del contrato, que hacen que hacen del obrero su subordinado, un servidor obediente y pasivo, y del patrón un amo casi absoluto, es notorio que no existe casi un establecimiento industrial donde el amo, impulsado por una parte por ese doble instinto del lucro cuyo apetito no ha satisfecho nunca y del amo que quiere hacer sentir su omnipotencia, y por la otra, aprovechándose de la dependencia económica en la que se encuentra el obrero, no contraviene esas condiciones en su beneficio y en detrimento del obrero: ya al exigirle mas horas o medias horas o cuartos de hora de trabajo que no había convenido, ya al disminuir su salario bajo un pretexto u otro, ya cargándole de multas arbitrarias o tratándole duramente, de una manera impertinente y grosera. Pero entonces el obrero debe abandonarlo, se dirá. Eso es fácil de decir, pero no siempre fácil de ejecutar. Algunas veces el obrero ha recibido avances, su mujer o sus hijos están enfermos, o bien la obra en su rama de industria esta mal remunerada. Otros patronos pagan aun menos que el suyo y, al dejarlo, no esta siempre seguro de encontrar otro. Y para el, hemos dicho, quedar sin trabajo es la muerte. Por lo demás, todos los patronos se entienden y todos se asemejan. Todos son casi igualmente vejatorios, injustos y duros.

¿No es esa una calumnia? No, esta en la naturaleza de las cosas y en la necesidad lógica de las relaciones que existen entre los patronos y sus obreros.

¿Queréis que los hombres no opriman a otros? Haced que no tengan nunca el poder de oprimirlos. ¿Queréis que respeten la libertad, los derechos, el carácter humano de sus semejantes? Haced que estén forzados a respetarlos: No forzados por la voluntad ni por la acción opresiva de otros hombres, ni por la represión del estado y de las leyes, necesariamente representadas y aplicadas por hombres, los que los harían esclavos a su vez, sino por la organización misma del medio social: organización constituida de modo que aún dejando a cada uno el mas entero goce de su libertad no deje a nadie la posibilidad de elevarse por encima de los demás, ni de dominarlos, de otro modo que por la influencia natural de las cualidades intelectuales o morales que poseen, sin que esa influencia pueda imponerse nunca como un derecho ni apoyarse en una institución política cualquiera.

Todas las instituciones políticas, aun las mas democráticas y fundadas en la más vasta aplicación del sufragio universal, aun cuando comiencen, como lo hacen a menudo en su origen, por colocar en el poder a las personas mas dignas, y a las mas liberales, a las mas consagradas al bien común, y a las mas capaces de servirlo, acaban siempre precisamente porque tienen por efecto necesario transformar la influencia y como tal perfectamente legitima de esos hombres, en un derecho, para producir una doble desmoralización, un doble mal.

Primeramente tiene por efecto inmediato y directo el transformar a los hombres realmente libres en ciudadanos llamados libres también y que por una ilusión y una infatuación singulares, continúan considerándose también como los iguales de todo el mundo, pero en realidad están forzados a obedecer en lo sucesivo a los representantes de la ley, a hombres. Y aunque esos hombres, desde el punto de vista económico y social fueran realmente sus iguales, no dejan de ser desde el punto de vista político, los jefes a los cuales, bajo el pretexto del orden publico y en virtud de la llamada voluntad del pueblo, expresada por una resolución no adoptada siquiera por unanimidad, sino por la mayoría de los sufragios, todos los ciudadanos deben una obediencia pasiva, naturalmente en los limites determinados por la ley, limites que, como nos enseña la experiencia de todos los países, se extienden mucho siempre para el derecho del que manda y se reducen singularmente para el ciudadano que quisiera usar del derecho a la desobediencia legal.

Y bien, declaro que en tanto que los ciudadanos obedezcan a los representantes oficiales de la ley, a los jefes que son impuestos por el Estado, aunque esos jefes sean elegidos por el sufragio universal, son esclavos.

¿Qué es la libertad? ¿Qué es la autoridad? ¿La libertad de los hombres consistirá en la rebelión contra todas las leyes? No, en tanto que esas leyes son naturales, económicas y sociales, leyes no autoritariamente impuestas, sino inherentes a las cosas, a las relaciones, a las situaciones de que expresan el desenvolvimiento natural. Si, en tanto que son leyes políticas y jurídicas impuestas por los hombres a los hombres, sea por el derecho de la fuerza violentamente; sea hipócritamente, en nombre de una religión, o de una doctrina metafísica cualquiera; sea, en fin en virtud de esa ficción, de esa mentira democrática que se llama sufragio universal.

Contra las leyes de la naturaleza, para el hombre no hay rebelión posible; por la simple razón de que él mismo es sino un producto de esa naturaleza y no existe más que en virtud de esas leyes. Rebelarse contra ellas seria, pues, por su parte, una tentativa ridícula, una rebelión contra él mismo, un verdadero suicidio. Y aun cuando el hombre toma la determinación de destruirse, obra también conforme a esas leyes naturales a las que nada, ni el pensamiento, ni la voluntad, ni la desesperación, ni ningún otra pasión ni la vida ni la muerte podrían sustraerse. El mismo no es otra cosa que naturaleza; sus sentimientos mas sublimes, mas monstruosos, las determinaciones mas desnaturalizadas, las mas egoístas o las mas heroicas de su voluntad, sus pensamientos mas abstractos, los mas teológicos, los mas locos todo eso no es más que naturaleza. La naturaleza envuelta penetra, constituye toda su existencia. ¿Cómo podría jamás salir de la naturaleza?

Se puede asombrar uno de que haya podido concebir la idea de salir de ella. Siendo la separación tan completamente imposible, ¿Cómo ha podido soñarla el hombre? ¿De donde procede ese sueño monstruoso? ¿De donde? De la teología, de la ciencia de la nada, y mas tarde de la metafísica, que es la ciencia de la reconciliación imposible de la nada con la realidad.

No hay que confundir la teología con la religión, ni el espíritu teológico con el sentimiento religioso. La religión nace en la vida animal. Es la expresión directa de la dependencia absoluta que todas las cosas, todos los seres que existen en el mundo se encuentran ante el gran todo, ante la naturaleza ante la infinita totalidad de las cosas y de los seres reales.

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El horror a la revolución.

(El siguiente texto fue escrito por uno de los mas importantes revolucionarios mexicanos de todos los tiempos: Ricardo Flores Magón. Este texto es trascendental para entender lo que está detrás del hipócrita discurso de los políticos capitalistas, que se llenan la boca hablando de "paz", pero que día a día contribuyen a sostener un sistema basado, por su naturaleza misma, en una guerra permanente contra los trabajadores y los pobres del mundo entero).

«No queremos luchas fratricidas, no queremos sangre, no queremos guerra», dicen los timoratos. Y hablan en seguida de los horrores de la matanza: la sangre corriendo en abundancia, la atmósfera cargada de espesos humos, el ruido ensordecedor de las armas de fuego; sangre, agonía, muerte, incendio, ¡qué horror!

¡Qué horror! En verdad, compañeros, nada tiene de agradable el espectáculo que ofrece la guerra; pero la guerra es necesaria. Es necesaria la guerra cuando hay algo que se opone a la conquista del bienestar.

Es horrible la guerra, cuesta muchas vidas, muchas lágrimas y muchos dolores; pero ¿qué decir de la paz? ¿Qué decir, compañeros, de la paz bajo el presente sistema de explotación capitalista y de barbarie gubernamental? ¿Garantiza siquiera la vida esta paz?

Por horrible que sea la guerra, no sobrepasa en horror a la paz. La paz tiene sus víctimas, la paz es sombría; pero no porque la paz, por sí misma, sea mala, sino por el conjunto de circunstancias que la componen en la actualidad. Sin necesidad de que haya guerra, hay víctimas en tiempo de paz, y, según las estadísticas, las víctimas en tiempo de paz son más numerosas que las víctimas en tiempo de guerra.

Basta con leer todos los días los periódicos de información para convencerse de que es una verdad lo que digo. Ya es una mina que se desploma y aplasta a centenares o miles de trabajadores, o bien, un tren que descarrila y produce la muerte de los pasajeros; o un buque que se hunde y sepulta en el fondo del mar a muchas personas. La muerte espía al ser humano en todos los momentos de su existencia. El trabajador cae de los andamios y se despedaza el cuerpo. Otro, manejando una máquina, se corta un brazo, una pierna y queda mutilado o muere. El número de personas que mueren anualmente en virtud de catástrofes mineras, ferroviarias, marítimas y de otra naturaleza es verdaderamente alarmante. Los que mueren como consecuencia de incendios de teatros, hoteles y casas alcanzan una cifra desesperante cada año.

Pero no es esto todo: las condiciones de insalubridad en que se efectúa el trabajo en las fábricas y los talleres; lo fatigoso de las tareas; la incomodidad e insalubridad de las viviendas de los trabajadores ¾forzados a vivir en verdaderas zahúrdas¾; la suciedad de los barrios obreros; la mala alimentación que el trabajador pueda conseguir por los salarios miserables que gana; la adulteración de los artículos alimenticios; la inquietud en que vive el hombre de trabajo, que teme que de un momento a otro no podrá llevar pan a la familia; y el disgusto que produce el hecho de encontrarse bajo la influencia del polizonte, bajo la influencia de leyes bárbaras dictadas por el estúpido egoísmo de las clases encumbradas, bajo la influencia de monigotes descerebrados que la hacen de autoridad; todo ello: insalubridad, mala alimentación, trabajo fatigoso, inquietud por el porvenir, disgusto del presente, minan la salud de las clases pobres, engendran enfermedades espantosas como la tisis, el tifo y otras que diezman a los desheredados y cuyos estragos alcanzan a todos: a hombres, a mujeres, ancianos y niños. Lo que no ocurre con la guerra, en la que es raro el caso del atropello a los ancianos, a las mujeres y a los niños, a no ser que se trate de un tirano bestial ¾como Porfirio Díaz¾, para quien no hay en esta vida criatura respetable. El tigre hinca los colmillos indistintamente en las carnes de un viejo, de una mujer o de un niño.

Todas estas calamidades, que sufre la humanidad en tiempo de paz son el resultado de la impotencia del gobierno y de la ley para hacer la felicidad de los pueblos por la sencilla razón de que tanto el gobierno como la ley no son otra cosa que los guardianes del capital, y el capital es nuestra cadena común. El capital quiere ganancias y, por lo tanto, no se preocupa de la vida humana. El dueño de una mina no se preocupa porque el lugar de trabajo ofrezca riesgos para la vida de los obreros; no hace las obras necesarias para que el trabajo se efectúe en la mina en condiciones de seguridad que garanticen la vida de los mineros. Por eso se desploman las minas, ocurren explosiones, los obreros se desprenden de los elevadores y hay otros muchos siniestros. El capitalista tendría que ganar menos si protegiese la vida de sus operarios, y prefiere que éstos revienten en una catástrofe; que las viudas y los huérfanos perezcan de hambre o se prostituyan para poder vivir, a gastar algunas sumas en favor de los que con su trabajo lo enriquecen, de los que con su sacrificio lo hacen feliz.

Igual cosa puede decirse de los desastres ferrocarrileros y marítimos. El mal material de que están construidos los barcos, los coches y las locomotoras, para obtener todo eso al menor costo posible, y el deterioro que se opera en ellos con el uso; el hecho de que las compañías tienen que usarlo todo hasta su máximum de duración para gastar menos, añadiéndose a todo esto el mal estado de las vías, que hay que componer lo menos posible para sacar mayores utilidades, hacen que la inseguridad sea efectiva e inminentes las catástrofes.

La ganancia que quiere el capital es, también, la causa de que el trabajado en las fábricas y talleres se haga en condiciones de insalubridad manifiesta. EL capitalista tendría que gastar dinero para que las condiciones higiénicas de los lugares de trabajo fueran buenas, y es precisamente lo que no quiere. La salud y la vida de los trabajadores no entran en los cálculos de los capitalistas. Ganar dinero, no importa cómo, es la divisa de los señores burgueses.

La miseria, por sí sola, es más horrible que la guerra, y causa más estragos que ella. El número de niños que mueren cada año es fabuloso; el número de tuberculosos que mueren cada año, es, igualmente, admirable. Esos fallecimientos se deben a la miseria, y la miseria es el producto del sistema capitalista.

¿Por qué temer a la guerra? Si se tiene que morir aplastado por la tiranía capitalista y gubernamental en tiempo de paz, ¿por qué no morir mejor combatiendo lo que nos aplasta? Es menos espantoso que se derrame sangre que conquista la libertad y el bienestar, que continúe derramándose bajo el actual sistema político y social en provecho de nuestros explotadores y tiranos.

Además, la guerra no produce tantas víctimas como la paz bajo el actual sistema. El número de personas que resultan muertas en una batalla o en un encuentro es reducidísimo en comparación con el número de hombres que han entrado en juego por ambas partes combatientes; y si fuera posible que toda una nación estuviese en revolución, si ese estado de guerra durase un año, al final de ese tiempo se vería que, por las dificultades que había tenido el capitalismo para explotar a los trabajadores por hallarse la mayor parte de éstos con las armas en la mano, el número de defunciones había decrecido, o al menos había sido igual al de los años pasados en paz. Esto ha podido comprobarse en países que han estado en revolución. Los trabajos se suspenden por el estado de guerra; los trabajadores cambian el malsano género de vida de la fábrica, del taller o de la mina, por la vida sana al aire libre, comiendo carne en abundancia, haciendo saludable ejercicio, y, sobre todo, teniendo reanimado el espíritu con la esperanza de cambiar de condición, o simplemente satisfechos de levantar el rostro y de sentirse libres enfrente de sus amos espantados.

Es mejor morir atravesado por una bala defendiendo su derecho y el bienestar de sus hermanos, que perecer aplastado, como un gusano, bajo los escombros de la mina, o triturado por la maquinaria, o en una agonía penosa y lenta en un rincón de la negra covacha.

Gritemos con todas nuestras fuerzas: ¡Viva la revolución! ¡Muera la paz capitalista!

Ricardo Flores Magón

Regeneración, 17 de diciembre de 1910